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Misa Crismal: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo metropolitano de Rosario, Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa Crismal del año 2020, en la Iglesia Catedral Ntra. Sra. del Rosario, el día 04 de agosto, memoria del Santo Cura de Ars.

Dadas las condiciones sanitarias actuales, lo hizo acompañado por algunos sacerdotes en representación del presbiterio rosarino y con una Catedral vacía.

En su homilía Mons. Martín expresó:

Queridos hermanos sacerdotes que nos acompañan en representación del presbiterio, queridos hermanos laicos, consagradas, consagrados, todos los que nos están siguiendo a través de FM del Rosario y las redes sociales:

Ciertamente este año es tan particular, tan fuera de lo común, tan excepcional, dado que esta Misa que la celebramos siempre el Jueves Santo por la mañana, el día en que Jesús instituyó el sacerdocio y el Sacramento Eucarístico, por los motivos por todos conocidos no pudo celebrarse.Y lo fuimos postergando pensando en que la pandemia iba a “aflojar” y fueron pasando varios meses y ahora parece que retrocedimos, momento de tener más cuidados. Entonces decidimos hacer la Misa Crismal hoy, sino íbamos a tener que dejar de hacerla este año.

Son las cosas que el Señor nos presenta. No manejamos nosotros esto. El Señor ha permitido esta situación extraordinaria – habrá o no parte de responsabilidad en los seres humanos – pero lo que es cierto es que a través de esta circunstancia el Señor nos abraza, quiere hacernos crecer, quiere hacernos madurar humana y cristianamente. Es una gran ocasión que tenemos para poder crecer. Todo es para el bien de los que aman a Dios. Esta es nuestra mirada de fe. Dentro de todo el dolor, de todas las circunstancias negativas, el punto último para nosotros, los creyentes, es una mirada de esperanza. ¡Porque es así sobre la totalidad de la vida, sobre la totalidad de la historia del mundo! Es Cristo quien redimió a la humanidad, la luz ya brilla sobre la aurora y por eso nosotros caminamos sobre la esperanza y caminamos ciertos en la fe de que el Señor está entre nosotros y no nos abandona.

Por eso, la Misa Crismal tiene el sentido de la renovación de la vida sacerdotal: es la Misa donde Jesús instituye el sacerdocio y donde se bendicen y consagran los óleos para ungir, a los enfermos, catecúmenos, bautizandos, confirmandos, diáconos, presbíteros y obispos.Hoy lo celebramos de este modo pequeño y mínimo pero no por mínimo menos eficaz e incidente porque la Eucaristía aún celebrada por un solo sacerdote en una capillita en medio de la selva tiene el mismo valor: el valor de redención universal, salvación para todos los hombres y mujeres. No se puede contener la buena noticia de la salvación, aún en estas circunstancias.

Quiero de un modo particular dar gracias a los sacerdotes, queridos sacerdotes. A todos. Gracias. Por el ministerio que uds. ejercen en nombre del Señor. Jesús con su muerte y resurrección genera un nuevo pueblo sacerdotal de donde elige a algunos para que sean sus ministros, guíen al pueblo de Dios y anuncien la Buena noticia. El sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio universal, al servicio de todo el pueblo santo de Dios.

Quiero agradecerles, queridos sacerdotes del Señor, por la entrega especialmente en este tiempo de pandemia en estas tres dimensiones, palabra, sacramento y caridad: por un lado la celebración eucarística. Cada uno ha buscado la forma en su comunidad de celebrarla, a través de las redes, a través de Facebook, para que de algún modo el pueblo de Dios pudiera acercarse a la fuente de la salvación. Formas creativas que se buscaron. No se han quedado sino que siguieron sirviendo al pueblo de Dios.

También en la atención de los enfermos: hacerles llegar la Comunión y la unción. Cuántos sacerdotes que se ofrecieron para visitar los hospitales, clínicas y sanatorios y colaborar con los capellanes ya instituidos. ¡Cómo no agradecer este servicio sacerdotal!

 A la vez, todo lo que ha significado, esta dimensión del anuncio en este año mariano, en esta misión mariana: la Virgen que ha salido por iniciativa de los sacerdotes a recorrer las calles, los hospitales y centros de salud. Un signo de la presencia amorosa de Dios. 

Animadores de la caridad, otra dimensión de la vida sacerdotal. En la atención a los hermanos más necesitados con la ayuda de laicos y consagrados. El sacerdote es animador de la caridad.

Por eso quiero dar gracias a Dios por uds, queridos sacerdotes, en este tiempo tan difícil que de algún modo el Señor nos llama a ser los que sostenemos la fe del pueblo con nuestra oración. Por eso es un tiempo de interceder, como Moisés. Un tiempo de tener los brazos en alto, levantados para que el pueblo santo de Dios venza todos los combates, sobre todo los espirituales. 

Gracias. Renovemos nuestras promesas sacerdotales de entrega, de configuración con nuestro Señor Jesucristo, de vivir más a fondo el ministerio y de encontrar en el ejercicio del ministerio la fuente de santidad y por lo tanto la realización de la vida, que es la santidad. Cualquier otro tipo de realización que no sea santa, destruye la vida del sacerdote. En el ejercicio entregado, generoso y sacrificado está la realización de la propia vida. Dios es generoso y bendice cuando uno le entrega todo, cuando uno le da el corazón.

También quiero dar gracias por todo el resto del Pueblo Santo de Dios: los laicos. Agradecer especialmente a la inmensa mayoría del pueblo de Dios. Sin la oración de uds., sin la compañía de uds, el Obispo y los sacerdotes sucumbiríamos. Sentimos que uds. rezan por nosotros. Lo sentimos porque nos lo hacen saber. Hoy por ejemplo, los celulares de los sacerdotes están lleno de saludos de los fieles. 

Anoche yo fui testigo como un grupo numeroso de fieles realizó una vigilia  para orar por los sacerdotes. Una oración sentida, una oración que nacía de los corazones, pidiendo por la fidelidad, pidiendo que los libre de las tentaciones, las tentaciones de la lujuria, de la mundanidad, de las riquezas, del poder. Pidiendo eso, porque sí, hermanos, llevamos un tesoro pero en vasijas de barro. 

Gracias queridos fieles laicos, consagrados y consagradas por rezar por los sacerdotes.

Hoy no podemos más que dar gracias al Señor y al bendecir los óleos y consagrar el crisma vamos a entregar a los sacerdotes estos signos con los cuales celebran los sacramentos de la vida cristiana, que hacen nacer la vida nueva, la hacen crecer, la hacen vigorosa. Por eso, entender que a través de estos signos la vida sacerdotal es una entrega total al Señor para configurarse con él y como él vivir para los demás. No tenemos otra razón de ser que vivir y servir para el servicio del pueblo santo de Dios por amor a Cristo para que su gloria se manifieste. Y así poder ser todos, sacerdotes y fieles, ese signo vivo, fresco, hermoso, alegre en medio del mundo. De este mundo que tanto necesita de la presencia de Dios. Un mundo al cual le falta la presencia de Dios.

Que María Santísima, la Virgen del Rosario, Madre del Rosario,  interceda por cada uno y los proteja con su manto maternal. Amén.

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