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TE DEUM 25 de mayo: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió en la Catedral metropolitana “Ntra. Sra. del Rosario”, la acción de gracias por el 209º aniversario de la Revolución de Mayo, acompañado por el Vicario general, Mons. Emilio Cardarelli, el Párroco de la Catedral y Vicario episcopal de Educación, Pbro. Osvaldo Macerola y el Canciller, Pbro. Juan Pablo Masramón.

Estuvieron presentes autoridades provinciales y  municipales como así también miembros de otros cultos de nuestra Ciudad y los abanderados y escoltas de nuestras Escuelas.

A continuación las palabras pronunciadas por el Arzobispo:

Queridos Hermanos todos:

¡Feliz día de la Patria!

La patria es la razón por la cual estamos reunidos aquí para conmemorar los 209 años de la Revolución de Mayo, ese primer grito de libertad que inició ese proceso  irreversible que llevó a que 6 años después, en 1816, se proclamara la Independencia.

Es tradición secular que las autoridades pidan a la Iglesia celebrar un Te Deum.

Te Deum que es A ti, Dios, palabras de un antiguo himno de alabanza y acción de gracias. Y por eso estamos aquí, para alabar al Señor y darle gracias por el don de nuestra Patria.

Dar gracias, es ciertamente una actitud profundamente humana, necesaria. Ser agradecido. “Ser agradecido es de bien nacido”.

Y en primer lugar reconocer de dónde vienen las cosas, de dónde viene lo que somos, de dónde viene lo que tenemos. Y en última instancia todo viene de Dios.

Por eso decimos en la liturgia, que “es justo y necesario, que también es nuestro deber y salvación dar gracias a Dios”.

Ciertamente que cada vez que celebramos un 25 de mayo y recordamos la historia de nuestra Patria y miramos nuestro presente, es una ocasión propicia para volver a las fuentes, es decir, para volver, a Dios.

Es verdad también, y es algo saludable, que quienes hicieron la Constitución Nacional, en el Preámbulo no se quisieron desprender de Dios, sino que imploraron la protección de Dios reconociéndolo como “fuente de toda razón y justicia” .

Por eso queridos hermanos, es necesario siempre volver a Dios. Porque cuando olvidamos de Dios, a quien reconocemos como fuente de toda razón y justicia, también se va perdiendo y diluyendo el sentido de la razón y el sentido de la justicia. Siempre es necesario estar volviendo a Dios.

Este primer grito de libertad es lo que realmente hoy queremos volver a conquistar. Por que la libertad, diría el Quijote a Sancho “es el don más grande que los Cielos han dado a los hombres”. La libertad.

Necesitamos ser y sentirnos libres. Pero ¿para qué se nos ha dado esta libertad? Ser libres también reclama una gran responsabilidad.

Somos libres para construir el bien común. Dios nos ha hecho libres para que aquí construyamos juntos, los que nacimos aquí y los que vinieron aquí. Hemos nacido en este tiempo, no en otro tiempo.

¿Para qué estamos juntos? Este es el gran desafío. Para construir una nación justa, una nación grande, una nación fraterna. Y para eso también necesitamos volver a Dios. Porque sí Dios es Padre, nosotros somos hijos, y entonces somos hermanos. Pero si no hay Padre, no hay hijos ni hermanos. Y entonces, muchas veces podemos caer el “el hombre lobo, para el hombre”. Nuestro gran desafío como hombres y mujeres libres es construir el bien común para nuestra sociedad.

¿Por dónde empezamos? De abajo para arriba, cuidando la fragilidad, buscando este ideal que nos decía el Apóstol Pablo: “para aquel que recogió mucho no le sobre y aquel que recogió poco, no le falte”.

¿Y el método? Quiere decir el camino. El método es la democracia. Nuestro sistema. Que tenemos que cuidar y no maltratar. Porque ningún bien está asegurado. Hay que valorar los bienes con nuestras actitudes, con nuestro respeto. Los bienes implican compromiso y responsabilidad. El método de la amistad social, el método de la caridad, como dice Jesús en el Evangelio, el amor al que que piensa distinto, el respeto por el otro. Buscar el bien del otro. Todo esto para buscar la equidad y justicia que nos falta.

Y para dar un ejemplo, una deuda que tenemos, una deuda de la democracia, una deuda de nosotros, la pobreza. Hace 30 años que caminamos en democracia, ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea Dios! Pero no hemos resuelto la pobreza, al contrario. Con  políticas de distinto signo, con gobiernos de distinto signo, la pobreza estructural no ha bajado, ha subido. Entonces, qué nos quiere decir Dios con esto. Nos está invitando a la humildad, a buscar ayuda, a decir “no podemos con esto solos”, “necesitamos ayudarnos los unos a los otros, necesitamos dialogar, necesitamos buscar consensos mínimos para caminar juntos”.

Buscando siempre el bien de todos, el bien de nuestros hermanos, sobre todo el de los más frágiles, de los que tienen menos posibilidades. Esta es nuestra responsabilidad.

Por eso, tiene que primar siempre el que más lo necesita. No para que sean objeto de nuestra condescendencia, ni para el clientelismo, ni para tenerlos sujetados. No. Es para que tengan posibilidades, para ayudarlos a que sean protagonistas de su propio destino.

Este es nuestro gran desafío. Cuidar la fragilidad. Cuidar la fragilidad de nuestros hermanos. Para que quepan todos: los que están viniendo a la vida, y los que se están yendo. Para no excluir a nadie. Este es nuestro gran desafío.

Tenemos el método que es la democracia. Necesitamos llenarla de contenido de justicia y de amor fraterno para que no busquemos el bien propio sino el de los demás, para que no busquemos el interés propio sino el de todos. A veces todo se reduce a una puja de poderes e intereses. Cada sector quiere recoger para sí.

Me viene a  la mente la frase de nuestro poeta, cantante rosarino “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Este es el tiempo para ofrecer el corazón. No qué pido. No qué reclamo. ¿Qué ofrezco? ¿Qué ofrecemos nosotros, los dirigentes, los que tenemos responsabilidades por el destino de nuestro país, de nuestra sociedad?

¿Cómo nos juzgará Dios al final de la historia? “Les di todo. Les di una tierra generosa, les di mar, les di montañas, mar cataratas, minerales, llanuras. ¿Qué hicieron con eso? ¿Qué hicieron con nuestra Patria?” Esta es nuestra responsabilidad.

Hoy, 25 de mayo pidamos ayuda a Dios, que nos de su gracia, para que teniendo clara visión de lo que necesitamos, seamos trabajadores inclaudicables por el bien de nuestros hermanos. Amén.

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