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ANTE LA EPIDEMIA DEL CORONAVIRUS: PREVENCIONES, ORACIÓN, TESTIMONIO

Queridos sacerdotes:

Con la aprobación de nuestro Arzobispo, Mons. Eduardo Martín, les envío estas líneas en relación a la epidemia de coronavirus.

Al respecto, asumiendo las precauciones elementales que todos toman espontáneamente para no contagiar a otros cuando están enfermos y las elementales normas de higiene que se prescriben en estas circunstancias, es fundamental no dejarse ganar por la epidemia del miedo.

Nuestra Arquidiócesis puede en estos días manifestar su devota confianza en Nuestra Señora del Rosario y recordar el luminoso testimonio de religiosas que, en la localidad de Totoras, en nuestra Arquidiócesis de Rosario, ofrendaron su vida al servicio de los apestados.

Los cristianos, según nos enseña la historia de la Iglesia, ante la peste recurrían a la oración y se ponían, incluso a riesgo de sus vidas.

“Como un niño tranquilo en brazos de su madre así está mi alma dentro de mí” (Sal. 131,2) En el niño, el miedo se disipa ante la presencia de la madre. Con la confianza del niño, podemos recurrir a la oración a Nuestra Señora del Rosario a quien en la tradicional súplica le decimos:

“¡Reina del Santísimo Rosario, Dueña, Señora y Madre Nuestra!”

Virgen de nuestros mayores. Tesoro de nuestras tradiciones.

Fundadora de la ciudad, a la cual honraste con tu nombre,salvaste en la peste, protegiste en las sequías y escudaste contra los ataques de los enemigos.

Tú eres la gloria, la alegría y toda la honra de nuestros corazones…

Les propongo, en consecuencia, que ofrezcamos en nuestras comunidades la oración del Rosario seguida de esta súplica con la intención de que Ella proteja a nuestra Arquidiócesis de la epidemia del coronavirus y sobre todo del miedo que paraliza en el ejercicio de las obras de misericordia.

En relación a estas últimas, el año pasado celebramos los cien años de la entrega de las Hermanas María Javier y Guillermina, de la congregación de las Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora, que ante la peste bubónica que asolaba a Totoras se recluyeron en el hospital local para asistir a los enfermos terminando ambas muriendo contagiadas por la enfermedad.

​Antes de morir las santas religiosas le dijeron a la Madre Superiora: “Que no se preocupen las hermanas por nosotras. Nos vamos a la Vida. Pronto terminará este mal. Hasta pronto, hasta el cielo, ahora más que nunca somos felices”.

Que en esta hora nos sean de ayuda valiosísima la oración confiada y el testimonio de los cristianos que ofrendaron su vida en servicio de los enfermos, unidos a las normas de prevención que se prescriben en estos casos.

Mons. Emilio Cardarelli

Vicario General

Arzobispado de Rosario

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