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Fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo metropolitano de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa en la Fiesta Patronal de Ntra. Sra. de Lourdes y Jornada Mundial del enfermo en la Basílica homónima de la ciudad de Rosario que este año celebra su 90 aniversario de fundación, declarándola en la celebración, Santuario Arquidiocesano conforme al Código de Derecho Canónico y a las necesidades pastorales de la Iglesia de Rosario.

En su homilía el Arzobispo expresó:

¡Cuántas gracias tenemos que dar al Señor! Porque para realizar su plan de salvación y para manifestar su compasión por nuestra debillidad y fragilidad y para que su su Hijo entrara en el mundo y se hiciera uno de nosotros eligió a María, esta jovencita de un pueblito perdido de un pequeño país donde dijeron alguna vez qué puede salir de bueno de Nazaret

Sin embargo allí estaba María, esta chica que el Señor había predestinado desde toda la eternidad y que no podía tener, para poder ser la madre del Salvador, ninguna connivencia con el pecado y por eso el Señor la preservó de la mancha del pecado original y hoy  la celebramos en su advocación de Lourdes.

Por eso, nos viene a la memoria que 4 años después de que el papa Pío IX había proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, esta hermosa Señora se aparece a Bernardita y ella le pregunta su nombre, por indicación del del párroco y le dice “Yo soy la Inmaculada Concepción”, es decir,  la que ha sido concebida sin la mancha de pecado original, porque tenía que ser así.

Porque tenía que ser así: No podía Dios habitar en una persona que tuviera impureza, que tuviera pecado, lo reclamaba la grandeza y la dignidad de Aquel que se anonadó y se hizo nada para  venir al mundo y salvarnos.

Por eso, siempre tenemos que tener este corazón inmensamente agradecido al Señor porque nos ha traído la salvación a través de la Virgen, a través de María la madre de Dios y madre nuestra.  Por eso también Dios para que su obra redentora continuara en el tiempo, nos dejó la Iglesia y nos dejó a María como Madre de la iglesia y Madre de todos nosotros allí en la cruz.

María se fue manifestando de diversos modos en esas revelaciones, como en Lourdes: siempre  María vuelve a recordar las cosas esenciales de la vida y nos vuelve a recordar la necesidad de la conversión y de la penitencia, nos vuelve a recordar la necesidad de rezar especialmente el Santo Rosario, pero nos muestra también su cariño, su afecto y su compasión, siendo poderosa intercesora para concedernos las gracias que necesitamos, para traernos alivio a nuestras fatigas, a nuestros sufrimientos, a nuestros dolores, a nuestras enfermedades, a nuestros cansancios  como es la característica, podemos decir de Ntra. Sra. de Lourdes.

Por eso, nuestro corazón siempre tiene que estar agradecido al Señor por el don de la vida, por el don de María. Ella como Madre reúne a su pueblo, reúne a su familia como el día de hoy  y en la novena donde han venido todos los fieles con su historia, con su pena, con su acción de gracias, cada uno con su dolor y con mucha esperanza a rogar a la Santísima Virgen.

Por eso, y con motivo de los 90 años como Parroquia y a pedido del Párroco, declaramos hoy a este lugar santuario:

¿Qué es un santuario? Un Santuario es un  lugar caracterizado por una afluencia de fieles, de peregrinos, de gente que no es sólo de la Parroquia sino que vienen de distintos lugares como ciertamente hay aquí en estos momentos. Es un lugar de gracia, un lugar especial. No porque Dios no pueda derramar su gracia en otras partes, o porque no lo pueda hacer en cualquier lugar sino porque nosotros necesitamos de lugares físicos, visibles, perceptibles por los sentidos como sitios privilegiados del amor y de la misericordia de Dios.

Por eso venimos al Santuario de la Virgen, lugar de la misericordia de Dios, lugar del perdón donde dejamos nuestros pecados, lugar del culto a Dios donde ofrecemos el Santo Sacrificio de la Misa, donde venimos con toda nuestra vida, con nuestra carga pecados para dejarlos en la confesión, donde venimos con nuestro sufrimiento para entregárselos a la Virgen y con nuestras enfermedades físicas también para pedirle la salud del cuerpo si es que  conviene a la salud del alma.

Porque ciertamente que Dios cuando nos da a través de la Virgen una curación física, es para que nuestro corazón esté más agradecido, para que nuestro corazón tenga más Fe, nuestro corazón sea cada vez adherido a Jesús. Dios no nos hace milagros simplemente para curarnos físicamente porque sería muy poco de parte de Dios curarnos físicamente y no darnos el perdón, la curación del alma, la salvación. El milagro más grande es el del perdón, el de la curación espiritual, la sanación interior, de la liberación del pecado, el ser inundado por la gracia de Dios.

El santuario es un lugar santo, un lugar de encuentro, un lugar de culto a Dios y recepción de su gracia, un lugar de evangelización, un centro de proclamación del Evangelio, de la Palabra de Dios, de ese anuncio del kerigma, ese anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como el don más precioso.

Entonces, el Santuario es un lugar de evangelización, donde todos tenemos que comenzar  desde Jesucristo y donde todos tenemos que volver a escuchar el primer anuncio del Evangelio, no porque no lo hayamos escuchado antes sino porque ninguno de nosotros se la tiene que creer. El que se la cree está listo, ya sea fiel, ya sea sacerdote, ya sea Obispo. Nadie se la tiene que creer.

Todos necesitamos ser heridos por el anuncio del Evangelio para que rompa nuestro egoísmo, para que triture nuestro corazón de piedra y nos de siempre un corazón de carne. Todos necesitamos recibir el anuncio de la salvación como una novedad para nuestra vida.

Cuántas riquezas el Señor quiere darnos siempre. Para eso necesitamos un corazón que se deje herir por la Palabra de Dios, que se deje penetrar por esa espada de doble filo que divide la entraña y que nos juzga, que nos ilumina, que nos consuela pero si no dejamos que penetre esa palabra de Dios y no abrimos nuestro corazón estamos vacíos.

El santuario es un lugar, entonces, de gracia para escuchar con un corazón abierto la Palabra de Dios, el anuncio de la Buena Noticia, un lugar de evangelización.

El santuario es un lugar de Caridad. El santuario tiene que ser un lugar de caridad, un lugar de amor  fraterno entre nosotros en primer lugar y donde cualquier pobre que llegue se encuentre con el amor de Dios a través de nuestra caridad tiene que ser también el santuario en lugar donde los pobres se encuentren como en su casa.

Todos somos pobres porque  todos somos necesitados de Dios, todos en ese sentido venimos acá como peregrinos y pobrecitos qué necesitamos el perdón,  el consuelo y el alivio del alma.

Pero también cuántos hermanos nuestros que además de las penas del alma necesitan también cubrir las necesidades de su cuerpo y por eso también el santuario tiene que ser un lugar de caridad especialmente de caridad.

También el santuario tiene que ser un lugar de cultura, con todo su dinamismo y creo que este lugar ya lo cumple. LA fe necesita inculturarse, necesita meterse en la vida, en la mente, en el corazón de nuestro pueblo, en el arte, en la música, en la literatura.

El santuario tiene que ser un lugar ecuménico. María nos reúne y por eso tiene que ser un lugar de puertas abiertas para recibir aquellos hermanos cristianos que a lo mejor no tienen la devoción a la Virgen. Tiene que ser siempre la casa de todos, también de aquellos que no son cristianos pero que reconocen o veneran de algún modo a María o aquellos que no pero que perciben en el santuario y en la comunidad que lo forma,  valores que hacen atractivo que vengan también aquellos que todavía no creen en Jesús.

Cuánta riqueza tiene el santuario. Es una responsabilidad de quienes lo llevan adelante: el rector del santuario con la ayuda de los sacerdotes, los laicos y de todos los que colaboran aquí  y ahora.

Un santuario reclama también un trabajo de parte de todos los que están aquí. Es  un don y una tarea, un regalo y una responsabilidad.

Que la palabra que hoy resuene y se manifieste en nuestro corazón y nuestros labios sea ¡Gracias señor, bendito seas! por qué nos has regalado a Jesús por medio de la Virgen y en la Iglesia nos sigues derramando tu amor y tu misericordia y seguimos teniendo a la Virgen como Madre, consuelo en  las aflicciones, salud de nuestras enfermedades, Madre que nos cobija, Madre que nos ampara, Madre que nos ayuda en el camino hasta que un día junto con Ella podamos con todos los santos contemplar a Dios, cara a cara. Amén”.

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