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MENSAJE PARA LA CUARESMA 2023

Queridos hermanos y hermanas:

Comenzamos a vivir un nuevo tiempo de gracia, el tiempo de Cuaresma, dentro del marco de un año extraordinario para nuestra arquidiócesis tal cual es el Año Mariano Arquidiocesano, para conmemorar los 250 años de la presencia de la Imagen de la Virgen del Rosario.

La Cuaresma es el tiempo más propicio para profundizar nuestro vínculo con Dios. Es el tiempo favorable para convertirnos más a su Presencia.  Es el tiempo para dejarnos arrebatar por la belleza de Cristo, por su ternura, su compasión, y atraídos por su belleza podamos experimentar el cambio de vida obrado por el encuentro con el Señor. Y que, a su vez, nos hace tomar conciencia de que pertenecemos al Pueblo santo de Dios caminado juntos hacia el destino, que en este tiempo cuaresmal se dirige a su renacimiento.

En este año Mariano, queremos mirar a la Virgen para que ella nos ayude a enamorarnos de Jesús, experimentar su amor y su alegría y emprender así este camino de conversión, este camino hacia la Pascua, que es la Cuaresma.

En el contexto actual de nuestra ciudad y región, tan surcado por la violencia, la inseguridad, las adicciones, el derramamiento de sangre, los invito a ponernos en camino de conversión de la mano de María, para que el Señor vaya haciendo su obra de transformación en todos y cada uno de nosotros, nos pacifique y nos haga misioneros de la paz, trabajadores de la paz y ser así llamados ¨hijos de Dios”.

1.- Un camino de Fe. María en el ángelus, se llena de asombro frente a ese anuncio único, frente a esa noticia que ella es la llena de gracia y es la invitada a la alegría porque con ella el Señor está y le propone adherir al maravilloso designio del Padre: la encarnación del Hijo a través suyo, una joven y humilde muchacha de Nazaret. [1]

Su respuesta es la respuesta de la Fe. La cuaresma es un camino para purificar nuestra Fe. María cree que nada es imposible para Dios: “hágase en mí según tu palabra”[2]. También nosotros somos invitados en esta cuaresma a creer que Dios puede cambiar nuestra vida, aunque está llena de miserias, aunque hayamos cometido muchos pecados, aunque arrastremos vicios inveterados. Somos invitados a dejarnos conducir por las indicaciones de la Iglesia para experimentar el poder de Dios en nuestra vida. De un modo particular a una docilidad a la Palabra de Dios.

2.- Un camino de amor, de caridad. María también nos ayuda a vivir la Cuaresma con su gesto de la “Visitación”[3]. Apenas se da el misterio de la encarnación del Hijo de Dios en su seno purísimo, no se quedó estática, sino que se levantó y partió sin demora a las montañas de Judá a visitar a su prima Isabel, que estaba en su sexto mes de embarazo, era anciana y necesitada de ayuda. Se quedó con ella unos tres meses.  María nos ayuda a vivir en esta cuaresma de un modo más intenso las obras de misericordia, que nos liberan del individualismo, del egoísmo que nos encierra en nosotros mismos como en una tumba. Obras que nos abren al bien de nuestros hermanos. Teniendo también la certeza que las obras de caridad cubren la multitud de nuestros pecados.

3.- María nos ayuda en esta Cuaresma a realizar nuestro camino penitencial. Nosotros tenemos que hacer penitencia por nuestros pecados y por los del mundo entero para obtener para nuestros hermanos la vida de la gracia;  en María la penitencia era aceptar las circunstancias dolorosas de su vida, no como remedio los pecados sino como instrumentos para su maduración en el seguimiento de su Hijo, como el mismo Jesús que  “es el modelo supremo de penitentes; quiso padecer la pena por pecados que no eran suyos, sino de los demás”[4]. María vivió en una continua negación de sí misma para hacer la voluntad de Dios. Tiene que dar a luz al niño en un pesebre porque no había para ellos lugar en el albergue.[5] Cuando el anciano Simeón le anunció que una espada atravesaría su corazón[6]  ciertamente que su corazón se estrujó de dolor.  Luego al experimentar tener que huir a Egipto para salvar la vida del Niño[7].    Cuando  padeció la angustia por el niño que se había perdido en el Templo[8]; que sufrió en silencio el hacerse a un costado durante el ministerio público de Jesús[9], hasta su último sí al pie de la cruz ofrendando su vida junto con la de su Hijo[10]. ¡Que ayuda preciosa para nuestro camino penitencial! Para nuestro camino de purificación hacia la Pascua. Así nos lo recordaba San Pablo VI hablando de lo que la Iglesia dice de la penitencia: “ Ante todo insiste en que se ejercite la virtud de la penitencia con la fidelidad perseverante a los deberes del propio estado, con la aceptación de las dificultades procedentes del trabajo propio y de la convivencia humana, con el paciente sufrimiento de las pruebas de la vida terrena y de la inseguridad que la invade, que es causa de ansiedad”[11].  La Sma. Virgen ha vivido este carácter penitencial de modo ejemplar y nos ayuda a vivir el nuestro, en particular en esta Cuaresma, teniendo la certeza que toda circunstancia es amiga del hombre, que todo es para el bien de los que aman a Dios. U na cantera enorme de circunstancias para ofrecer al Señor para el perdón de nuestros pecados y para unirnos a los sufrimientos de Cristo y colaborar a la Redención del mundo.

4.- María nos ayuda a vivir más intensamente la lectura orante de la Palabra de Dios y la intensificación del espíritu de oración. Este es el tiempo para purificar nuestra vida de oración.    Nos ayuda, pues ella es la Virgen que vive en una actitud constante de oración, como en Pentecostés, junto con toda la comunidad  pos Pascual:  en medio de ella, en actitud anhelante y atenta a la llegada del Espíritu Santo, oyendo el susurro de su soplo[12]. Nos dice San Pablo VI: “María es, asimismo, la “Virgen orante”. Así aparece Ella en la visita a la Madre del Precursor, donde abre su espíritu en expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza: tal es el “Magnificat”(cf. Lc 1, 46-55), la oración por excelencia de María”[13].

“Virgen orante” aparece María en Caná, donde, manifestando al Hijo con delicada súplica una necesidad temporal, obtiene además un efecto de la gracia: que Jesús, realizando el primero de sus “signos”, confirme a sus discípulos en la fe en El (cf. Jn 2, 1-12)”[14].

Queridos hermanos, fiados en el Señor, lancémonos a vivir este itinerario cuaresmal acompañados por María, rumbo a la Pascua para que Cristo resucitado nos haga participes de su Paz y la llevemos a todas partes.

Mons. Eduardo Eliseo Martín

      Arzobispo de Rosario


[1] Cf Lc 1,26-38

[2] Cf Lc  1, 38

[3] Cf Lc 1, 39-45. 56

[4] San Pablo VI: Constitución Apostólica “Paenitemini”, 17 de febrero de 1966

[5] Cf Lc 2, 6-7

[6] Cf Lc 2, 33-35

[7] Cf Mt 2, 13-18

[8] Cf Lc, 241-50

[9] Cf Lc 8,19ss; Mt. 12, 46-50: Mc 3, 31-35

[10] Cf Jn 19, 25-27

[11] San Pablo VI. Constitución. Burgos 2009 Apostólica Paenitemini; 17 de febrero de 1966

[12] Cf. Cabría Ortega, José Luis: María Oyente de la Palabra, pág. 13-.137. Edit. Monte Carmelo, Burgos 2007

[13] San Pablo VI. Exhortación Apostólica “Marialis cultus” n. 18

[14] Ibíd.

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