MISA DE APERTURA #ENJ: HOMILIA de Mons. MARTÍN
- ROSARIO, 25 DE MAYO DE 2018
1.- ¡Queridos jóvenes: Bienvenidos a Rosario! A este Rosario que siempre está cerca. Y ¡Feliz día de la Patria!
Como Obispo de esta Arquidiócesis Saludo a todos con afecto de corazón, a ustedes que han venido desde todos los rincones de la Patria, especialmente a los de más lejos. ¡Gracias por venir! Estamos felices por su presencia entre nosotros, pues nos llena de alegría y nos hace mucho bien, como Iglesia y como Ciudad.
Ustedes han decidido venir por un acto de libertad. Han hecho esta opción con sacrificio, pues han recorrido muchas distancias, han tenido que trabajar para conseguir los medios para venir, pero nada los ha detenido; tengan la certeza de que el Señor los bendice abundantemente porque Él no se deja ganar en generosidad.
2.- El encuentro con Cristo marca un antes y un después en el camino de la vida. El encuentro con Cristo nos hace plenamente humanos. Un antiguo Romano decía: “encontré a Cristo y me descubrí hombre”. Sí, el cristianismo es el verdadero humanismo.
El hermoso pasaje del Evangelio de San Juan que acabamos de proclamar, nos habla de la primera vez que dos jóvenes siguen a Jesús y se encuentran con Él. No fue un encuentro más: fue el encuentro de sus vidas.
¿Qué tenían en el corazón?: deseo y curiosidad, hambre y sed. Lo comienzan a seguir a instancias de Juan el Bautista que al ver pasar a Jesús, y estando con ellos les dice: “Este es el Cordero de Dios”. Estos dos muchachos, eso es lo que eran, un par de jóvenes como cualquiera de ustedes, al oír esto comienzan a seguir a Jesús. Jesús se da cuenta que le están siguiendo, se da vuelta y les pregunta: ¿qué buscan? Jesús sabe que en el corazón de todo ser humano, pero especialmente en el de los jóvenes hay un deseo, una búsqueda, un anhelo, un sueño. Estos dos muchachos se fueron detrás de Jesús en busca de una respuesta a sus deseos, a sus preguntas, a su hambre y a su sed. Hoy Jesús te pregunta: ¿qué buscás? ¿Qué deseás?, ¿qué anhelás? Quizás, Saturado de ruidos, o adormecido por las compensaciones que se te ofrecen, has dejado de preguntarte el por qué último de la vida; Te has dejado de plantear la búsqueda de una razón para vivir y morir. Estamos acá, juntos para despertar y volver a hacernos las preguntas más importantes de la vida. Preguntas que hoy muchas veces son censuradas; Te dicen: trabajá, estudiá, hacé todo, pero sin preguntarte el por qué último de lo que hacés; te dicen que para ser feliz tenés que consumir, y te reducen a ser un consumidor de cualquier cosa, como si ésa fuera la categoría más importante que te define, cuando en realidad sos mucho más que un consumidor.
Entonces estos dos muchachos “fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día”.
Se quedaron con él aquel día, y no lo abandonaron jamás. ¡Cómo habrá impactado en el Evangelista Juan ese encuentro! que escribiendo su Evangelio siendo ya muy viejo, recordaba aún la hora del día en que sucedió.( Como nos pasa a nosotros cuando tenemos un acontecimiento decisivo en nuestra vida nos acordamos de los más pequeños detalles).
Pero lo que más llama la atención es que el Evangelista no narra nada de lo que Jesús les dijo o de lo que ellos le preguntaron. Pero lo que sí les ha quedado como convicción inamovible es lo que Andrés, uno de los dos, al otro día, al encontrar a su hermano Simón Pedro, lo primero que le dice, (como cuando uno tiene algo grande y urgente que comunicar): “¡hemos encontrado al Mesías!, que traducido significa Cristo”.
¿Cómo podemos traducir hoy, 2000 años después de aquel acontecimiento, la expresión: ¡Hemos encontrado al Mesías!? Podríamos traducir diciendo: hemos encontrado la verdad hecha carne, la justicia hecha carne, hemos encontrado la misericordia hecha carne, hemos encontrado la belleza hecha carne, la paz hecha carne, en una palabra, hemos encontrado la felicidad hecha carne. Esta fue la experiencia de Juan y Andrés, una experiencia humana, un acontecimiento que tenía la forma de un encuentro humano, de haber encontrado a Alguien que co-rrespondía con las exigencias más hondas de su ser. Por eso no lo dejaron más. Habían encontrado lo que su corazón buscaba y anhelaba desde lo más profundo. Encontraron a Alguien que por primera vez tomaba en serio la totalidad de su vida y se convertía en el más verdadero amigo que se pudiera encontrar jamás.
Estos dos jóvenes y los que poco a poco se fueron agregando al número de los discípulos hicieron con Jesús un camino de conocimiento y amor que les fue confirmando cada vez más la intuición original, y forjando en ellos una convicción inconmovible que desembocará en la confesión de fe, a través de las palabras de Pedro cuando Jesús les pregunta ¿quién dicen que soy?, y él responde: “¡Tu eres el Cristo el Hijos de Dios vivo!”.
Si Jesús es esto para cada uno de nosotros, el Mesías, el Hijo de Dios vivo, el que nos da Vida eterna, entonces podemos decir con total verdad que sólo “con Vos renovamos la historia”.
¿Qué historia? La historia de nuestras vidas y la de nuestro pueblo.
3.- Cristo renueva mi historia, mi vida con todas sus luces y sombras, alegrías y dolores. Si nos dejamos encontrar por Él, nos damos cuenta que nuestra vida es sanada, liberada, que nuestro mal es perdonado y emerge todo lo bueno y verdadero; el presente se llena de sentido y al futuro lo miramos con esperanza. Si él está, nuestra vida se hace nueva. Si él está me hace capaz de una justicia y un bien, de una solidaridad que solo, jamás podría alcanzar y realizar.
4.- Jesús renueva nuestra historia personal y nos dispone a una relación nueva con Dios, donde no pretendo imponerle mi proyecto, mi gusto, el gusto impuesto por la mentalidad dominante o dictado por los grandes medios de comunicación, sino que como el joven Samuel ante el llamado de Dios respondo: “Habla Señor que tu siervo escucha” ¿Qué quieres Señor de mí? O como la gran Santa Teresa de Ávila que en versos dice:
“Vuestra soy, para vos nací, ¿Qué mandáis hacer de mí?”
Queridos chicos y chicas tengan la valentía de hacerse esta pregunta. Ningún joven cristiano puede pasar su juventud sin plantearse con seriedad esta pregunta, sin conversarla con el Señor.
¡Él tiene un designio de amor sobre cada uno de ustedes!.
Desde Jesús ábranse a lo que Dios quiera decirles, y así encontrarán aquello para lo que están hechos, ser santos. Ya sea en el matrimonio, en la virginidad por el Reino de los cielos, en el sacerdocio, o como laicos consagrados en medio del mundo. Responderle que sí es garantía de plenitud y de experimentar en esta tierra el ciento por uno y luego la vida eterna, aún en medio de los sufrimientos y persecuciones.
5.- ¡Con Vos renovamos la historia de nuestra Patria!
Nuestro pueblo ha sido marcado con el signo de la cruz, de la Virgen María y de los santos. La primera evangelización encontró en estas tierras un suelo fértil donde fecundó el Evangelio y se generó un pueblo, Pueblo de bautizados, Pueblo que es propiedad de Dios: el Pueblo de Dios.
Durante generaciones esta fe, y la cultura que de ella nació, se fueron comunicando fluidamente. Pero hoy nos encontramos ante un nuevo fenómeno: esta preciosa tradición comienza a erosionarse. Cf. AP37-39) ¿Cómo se manifiesta esta erosión?
.-En la crisis de los vínculos, hoy con la característica de ser líquidos, sin consistencia: vínculos familiares, vínculos sociales, laborales, de la sociedad en general, marcada por un individualismo que aísla, empobrece y hace que seamos dominados por el poder.
.-En la caída de valores fundamentales como es el respeto de toda vida humana, especialmente puesta en duda en estos días en nuestra patria. Nunca nos olvidemos chicos que un día estuvimos en el vientre de nuestra madre.
.- Y también en las injusticas que se cometen y que generan pobreza, exclusión y descarte de los más frágiles y pobres.
Por todo ello “los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, … Y necesitamos a la vez que nos consuma el celo misionero para llevarlo al corazón de la cultura, a quien es el sentido unitario y completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán darle” (AP 41).
Queridos jóvenes, nuestra identidad nace de nuestra pertenencia a Cristo y la Iglesia, y es desde ese lugar que los invitamos a meterse, a comprometerse en la construcción de una Patria más fraterna y más justa, llevando a Cristo para que la Patria, la sociedad, la cultura encuentren su centro. Pues el criterio último de discernimiento de toda realidad humana, de todo sistema económico, tecnológico o político es siempre Jesucristo y su Evangelio. Y así nuestro pueblo, nuestra Patria, con Cristo y con nosotros cobre nueva vida desde lo más profundo.
Queridos jóvenes: ¡no se dejen robar a Jesús, más bien dejen que Jesús les robe el corazón! y como la Virgen María en las bodas de Caná: hagan todo lo que Él les diga. Sí, hagamos todo lo que él nos diga, y así con Él y con vos renovemos nuestra historia y la de nuestra Patria.
Amén