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Fiesta de San Cayetano: HOMILÍA DEL ARZOBISPO

El Arzobispo de Rosario, presidió la procesión en la Fiesta de San Cayetano y la Santa Misa en la Plaza Libertad de la ciudad de Rosario.

En su homilía expresó:

Queridos hermanos:

Demos gracias a Dios por este año con sol. Demos gracias de poder celebrar todos juntos esta Eucaristía y honrar a San Cayetano.

Escuchamos recién en la Palabra de Dios: “Aquellos los que temen al Señor, no les faltará su recompensa, tendrán gozo duradero y tendrán misericordia”(Cf. Ecl 2). Y Dios ciertamente ha tenido misericordia. Por eso miremos a San Cayetano un hombre que confió en Dios plenamente, todo lo puso en Él. Su única riqueza, su único tesoro era Jesús y su corazón  por eso estaba en Jesús.

Así, la primera lectura nos dice que “los que temen al Señor, esperen sus beneficios. Fíjense las generaciones pasadas que confiaron en Dios: ¿Quién fue abandonado por Dios? ¿Quién confió en el Señor y fue confundido? ¿Quién lo invocó y no fue tenido en cuenta? (Cf. Ecl 2, 10)

Hoy nosotros después de casi 500 años seguimos honrando a San Cayetano. La memoria se guarda en el tiempo de aquellos hombres que pusieron su mirada en Dios, que pusieron su confianza en Jesús. Por eso es muy lindo ver la imagen de San Cayetano, él tiene al Niño Dios y lo mira, porque ese es su tesoro. Toda la preocupación de San Cayetano fue querer que la gente volviera a Jesús, que la gente volviera a vivir según el Evangelio: este es el gran empeño de San Cayetano.

Justamente porque mira a Jesús y quiere que vuelvan a Él, nunca desatendió ningún sufrimiento y lo vemos haciendo un hospital para enfermos con enfermedades infecciosas, lo vemos fundando un banco para dar préstamos accesibles a los pobres, fundando una imprenta para dar trabajo. Es decir que un hombre de Dios no es solamente un hombre que mira al Cielo, aunque esa sea su meta, sino que es un hombre con los pies en la tierra, confiado en la Providencia y  que atiende las necesidades del prójimo porque ningún sufrimiento puede ser indiferente.

Por eso hoy estamos acá, para pedirle al Señor por su intercesión  que bendiga con el pan y el trabajo: ese pan que pedimos cada día en el Padrenuestro: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Ese pan que ciertamente es digno cuando lo ganamos con el trabajo: ese es el pan que necesitamos. Para nosotros, los cristianos, el trabajo no es una cosa. El trabajo es aquello que nos permite vivir dignamente. En consecuencia, la falta de trabajo es algo que clama al Cielo.

En estos días, en estos tiempos que vivimos, cuando el desempleo aumenta, cuando la pobreza sigue muy alta y ha crecido nos preguntamos ¿por qué sucede todo esto? Es como sino se tuviera en cuenta la dignidad de las personas, como que todo estuviera puesto en cómo salvarme o en cómo ganar más, pero no en cómo crecer juntos, en cómo hacer para que todos tengamos lo necesario para una vida digna, para una vida conforme a nuestra naturaleza humana.

Y también nosotros vemos en estos días que esta dignidad sagrada de toda persona, de los niños que nacen, de los niños pobres, de los ancianos, también de aquellos que están en camino, que están viniendo a la vida, se quiere considerar un derecho que se los pueda eliminar e impedirles nacer. Esto es no respetar la naturaleza humana ni su dignidad. Todos tenemos derecho a venir a este mundo. Cada uno de nosotros, todos, un día estuvo en el vientre de su mamá. Cada uno. Y fuimos allí un pequeño embrión. Y fuimos cada uno. Éramos cada uno de nosotros. No una cosa. Un hijo. Cada uno es único e irrepetible. Cada persona, una, vale más que el universo entero, vale más que todas las empresas juntas, que todos los edificios juntos, vale más que todos los campos juntos. ¡Uno! ¡Uno solo! Porque es único e irrepetible, imagen y semejanza de Dios. Esta es nuestra dignidad y por eso la defendemos.

Por eso queremos que en nuestra Patria también se respete este don maravilloso de la vida. Conozco madres arrepentidas de haber cometido un aborto, con mucho sufrimiento y dolor y mucho arrepentimiento. Por eso no hacemos un juicio sobre las personas.

Pero no conozco ninguna madre arrepentida de haber tenido a sus hijos: con cuanto sacrificio, valor, entrega cuida y defiende al niño cuando se enferma o cuando está en peligro.

Por eso, la mirada sobre Jesús como hizo San Cayetano, nos hace  mirar la vida en su conjunto, no sólamente algunos derechos sino todos los derechos: desde el niño que está por nacer hasta el anciano que está a punto de partir. Por eso es que luchamos para que haya trabajo, haya paz, haya solidaridad entre nosotros, para que compartamos el pan con los demás. Compartir nos va liberando de ese egoísmo, del individualismo, de ese sólo pensar en mi para pensar en los demás. Esta fiesta de San Cayetano nos invita a compartir el pan con los demás, aunque tengamos poco.

Y sí estos sentimientos los tuviera cada argentino, cada autoridad, cada gobernante, cada empresario, cada hombre del trabajo ¡Cuánto cambiarían las cosas!

Por eso hoy tenemos que rogar para que las autoridades, quienes conducen, quienes han sido votados por el pueblo, tomen las medidas prudentes para que cada argentino pueda ganarse el pan “con el sudor de su frente”.

También hoy vamos a rogar como venimos haciendo estos días, por aquellos legisladores que mañana van a tener que tomar una decisión muy importante y muy grave por sus consecuencias. Por eso pedimos al Señor, por intercesión de San Cayetano, que los ilumine para entender que una vida vale, que yo no valgo porque soy sano, no valgo porque soy grande, no valgo porque tengo plata, no valgo porque tengo estudios, no valgo porque ocupo un lugar en la sociedad. No valgo por nada de eso. Valgo porque soy amado, valgo porque soy hijo de Dios, valgo porque soy una persona, valgo porque soy un ser humano y por eso tengo derecho a venir a este mundo. ¡Esto es lo que hay que entender! No se trata de cosas raras.

Y vamos también a pedir para que el Señor los fortalezca a estos Senadores porque a veces no es fácil mantener la voluntad firme en el bien. Pueden tener presiones o quienes los quieran torcer en la decisión del bien. Recemos en esta vigilia para que toda vida valga, para que la vida triunfe en nuestra Patria.

Pero… pero… tenemos que decir también.. Dios quiera que mañana digan no al aborto. Pero eso no nos puede dejar de brazos cruzados. Hay que trabajar por defender la vida. Generar espacios de acogida para aquella madre que tenga la tentación, o se sienta sola, o se sienta con miedo o se siente que no va a poder. Tenemos que mirar esas necesidades. Tenemos que generar una red de solidaridad y mirar esas necesidades.

¡No basta con que digamos no a esta ley que permite el aborto! Eso es un paso, pero no es lo definitivo. Por eso el compromiso de cada uno de nosotros, según sus posibilidades, tiene que ser ayudar a los demás. También el Estado debe ver qué leyes son necesarias para acompañar a las mujeres.

Queridos hermanos: damos gracias al Señor y pidamos a San Cayetano por nuestra Patria y que nos bendiga con el pan, con el trabajo, con la dignidad para cada persona y con la defensa de la vida desde la concepción hasta que se apague como una velita antes de partir para el Cielo. Amén

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