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Fiesta de la Virgen del Rosario 2021

El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa Patronal en un clima de alegría y esperanza, por la Fiesta de la ciudad y Arquidiócesis de Rosario en el Patio Cívico del Monumento Nacional a la Bandera.

Concelebraron Mons. Alfonso Delgado, Arzobispo emérito de San Juan, Mons. Héctor Cardelli, Obispo emérito de San Nicolás, el Vicario general Mons. Emilio Cardarelli, el Pro Vicario General y Rector del Seminario Pbro. Gustavo Rodríguez y sacerdotes del clero rosarino.

Participaron también el Sr. Intendente Municipal Pablo Javkin y otras autoridades.

A continuación su homilía:

                                     ¡Feliz día de la Virgen del Rosario!

Damos gracias a Dios porque podemos celebrar con cierta normalidad el culto, luego de un año largo de restricciones que no nos permitieron celebrar nuestra fe de modo compartido estando en forma presencial. Hoy ya lo podemos hacer y eso nos llena de alegría y de esperanza. Alegría y esperanza por tener a la Santísima Virgen bajo la advocación del Rosario como Madre, Patrona y fundadora y poder expresarlo públicamente.

Ha sido un año y medio con mucho sufrimiento por el Covid 19, muchas personas fallecidas, mucho dolor en las familias, soledad, depresión, pérdida del trabajo, cansancio. Por eso poder volver a estar juntos como familia cristiana, como Pueblo de Dios después de lo vivido es algo reconfortante y muy esperanzador.

  1. El llamado al Sínodo

La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles que recién proclamamos nos dice que los Apóstoles estaban “íntimamente unidos y dedicados” a la oración, junto con maría la Madre del Señor. Allí estaban a la espera de ser revestidos con la fuerza que vendría de lo Alto, con la fuerza del Espíritu Santo, y así poner en marcha el camino de la Iglesia, ese caminar sinodal, ese “caminar juntos” por los senderos del mundo y de la historia de la mano de María que estaba allí acompañando a la Iglesia naciente y que sigue acompañando siempre a la Iglesia en sus diversos tiempos y lugares.

Hoy, la Iglesia de Dios es convocada en Sínodo: “El Obispo de Roma, en cuanto principio y fundamento de la unidad de la Iglesia, pide a todos los Obispos y a todas las Iglesias particulares, en las cuales, y a partir de las cuales existe la Iglesia católica, una y única (cf. LG, n. 23), que entren con confianza y audacia en el camino de la sinodalidad. En este “caminar juntos”, pedimos al Espíritu que nos ayude a descubrir cómo la comunión, que compone en la unidad la variedad de los dones, de los carismas y de los ministerios, es para la misión: una Iglesia sinodal es una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera, «con las puertas abiertas» (EG, n. 46).

Queridos hermanos en este día y bajo el amparo de la Virgen del Rosario los invito a todos: sacerdotes, consagradas y consagrados y a todos los fieles laicos, en particular a los que se encuentran en situaciones marginales, a participar de la fase diocesana del Sínodo de los Obispos de modo tal que puedan expresarse y de ser escuchados para contribuir a la edificación del Pueblo de Dios.

“Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu santo, el Espíritu de la Verdad, para conocer lo que él dice a las Iglesias”. (Francisco, 17/10/2015).

Una pregunta fundamental animará esta etapa de escucha en nuestra Iglesia de Rosario y en todas las Iglesias:” ¿Cómo se realiza hoy, desde lo local a lo universal ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio…y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?” (Doc. Preparatorio).

2.- Implicaciones en la vida social

El compromiso de edificar una Iglesia sinodal, al cual todos estamos llamados está lleno de implicaciones sociales. Nada de lo humano nos es ajeno: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. (GS, n.1)

En estos tiempos, Rosario y el gran Rosario están traspasados por la violencia asesina del narcotráfico como un emergente de una sociedad que ha naturalizado el consumo de sustancias y

no ha trabajado en la prevención y asistencia de las personas que la padecen. Desde hace años pareciera que existe una legalización de hecho del comercio de drogas, que cuenta con un sistema financiero propio, y con una organización delictiva superior a la que cuenta el Estado para dar respuesta. A diario vemos como se eliminan vidas, llegando a naturalizar también la muerte. Hace [un tiempo atrás]… en una balacera perdía la vida una beba de 18 meses, hoy como ayer siguen muriendo los inocentes.

Pareciera que esta violencia asesina no nos tocara, fuera de otro lado; muchas veces para neutralizar los hechos, los titulares dicen: “Fue un ajuste de cuentas”. Sin embargo, como cristianos estamos llamados a ver la realidad con la mirada del Evangelio: si hay un miembro de nuestra sociedad que padece, también nosotros padecemos porque hay una solidaridad tanto en el bien como en el mal. El otro no es un extraño, no es un enemigo, el otro es un prójimo, es un hermano.

¿Por qué nos está ganando la droga, con su correlato que es el narcotráfico, con su contenido de dinero negro, de poderosas armas de fuego, ostentación, lujo, violencia y muerte?

¿Qué connivencia social, política, judicial, de las fuerzas de seguridad nos ha llevado hasta aquí?

¿Qué sociedad estamos configurando, que en muchos ámbitos se tolera y promueve el consumo bajo el eufemismo de “consumo recreativo” cuando el 40% de la población vive en la pobreza? No olvidemos que el placer obtenido en dichos “recreos” se obtienen con la sangre de mucha gente, y lo más terrible, hasta con la de niños inocentes, como hemos dicho más arriba.

¿Cómo se han generado esos corazones crueles que llegan al asesinato… como se ha estado viviendo en días pasados en Rosario, dejando enlutadas a familias enteras?

¿Qué ideales nobles hemos dejado de inculcar y testimoniar     con el ejemplo para que tantos, especialmente jóvenes, busquen en las drogas alcanzar esa necesidad de “estar bien”?

¿Qué políticas públicas decididas y valientes se están aplicando para remediar este flagelo? ¿Se radarizan las fronteras del país? ¿Se controla el tráfico de armas? ¿Se investigan los canales financieros por donde se encausan las ingentes sumas de dinero que genera el narcotráfico?

Estamos necesitados de conversión. Pedimos también la conversión de aquellos que por acción u omisión son responsables de este flagelo: en el nombre del Señor les decimos: ¡dejen la violencia, dejen estas formas degradantes de vivir!, ¡conviértanse y experimenten la misericordia de Dios!

Rosario, y zona de influencia: es la hora de la conversión. Dios clama a un cambio de actitud a cada uno, desde el lugar que le toca en la sociedad.

Virgen del Rosario, vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos y mira cómo nos encontramos; imploramos de Ti la fuerza de tu Espíritu para vencer el mal que nos oprime, para tener “horror al mal y pasión por el bien!

  • Renovar la esperanza

Queridos hermanos, la fe nos da la certeza de que Cristo resucitado está presente entre nosotros y que su Madre, la Virgen María nos acompaña y protege. De esta gran gracia brota la Esperanza que podremos alcanzar esa Ciudad de eternidad, esa Ciudad que no se acaba, esa Jerusalén celestial.

Anclada nuestra Vida en la esperanza de la eternidad, de ver a Dios cara a cara y de gozar de su presencia junto con todos nuestros hermanos es que podemos emprender cada jornada, cada hora, cada instante, con esperanza invencible.

Revestidos de esta fe y de esta esperanza podemos emprender este camino sinodal en nuestra Iglesia seguros que ha de dar frutos de un caminar juntos para un renovado impulso misionero; y junto con todos los miembros de la sociedad, con los hermanos de otras religiones, con los que aún no creen, podemos afrontar con fortaleza y constancia la lucha contra los males que nos aquejan haciendo siempre el bien.

Que de la mano de María afrontemos estos desafíos eclesiales y sociales experimentando siempre su protección y amparo. Y que como dice el Papa Francisco: no nos dejemos robar la esperanza. Nuestra señora del Rosario, ruega por nosotros. Amén.

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