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JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZí“N DE JESíšS

DECíLOGO DEL SAGRADO CORAZí“N

1.- El Corazón de Cristo es sí­mbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los mí­sticos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la “buena noticia” del amor, resumiendo en sí­ el misterio de la encarnación y de la Redención.

2.- La solemnidad litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús es la tercera y última de las fiestas que han seguido al Tiempo Pascual, tras la Santí­sima Trinidad y el Corpus Christi. Esta sucesión hace pensar en un movimiento hacia el centro: un movimiento del espí­ritu guiado por el mismo Dios.

3.- Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los lí­mites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno.

4.- Cuando hablamos de AMOR,  el punto de partida es precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. 19,37; Deus caritas est, 12).

5.- Este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados, desde el Corazón de Jesús.

6.- Toda persona necesita un “centro” para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.

7.- Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.

8.- La invitación, por tanto, a cada uno de nosotros es a renovar en el mes de junio su propia devoción al Corazón de Cristo.

9.- Uno de los caminos para revitalizar esta devoción al Corazón de Cristo es valorar y practicar también la tradicional oración de ofrecimiento del dí­a y teniendo presentes las intenciones que propongo a toda la Iglesia.

10.- Junto al Sagrado Corazón de Jesús, la liturgia nos invita a venerar el Corazón Inmaculado de Marí­a. Encomendémonos siempre a ella con gran confianza.

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