Lo Último

1.- “Vuelvan a mí de todo corazón[1]

Queridos hermanos y hermanas:  estamos iniciando un nuevo tiempo de Cuaresma, y la Iglesia, en el nombre del Señor hace sonar la trompeta y nos recuerda la invitación urgente, el pedido acuciante del Señor: “Vuelvan a mí de todo corazón”; “conviértanse y crean en el evangelio[2]”.  Siempre estamos necesitados de volver a Dios porque siempre nuestra vida se desvía del buen rumbo, a causa de las consecuencias del pecado original, como lo es la inclinación al mal; debemos rectificar el rumbo y volver nuestra mirada hacia Dios, volver a poner los ojos fijos en Jesús, iniciador y consumador de nuestra fe.[3]

Caemos en la distracción, en el olvido de Dios, y otras cosas ocupan su lugar. Muchas veces ponemos la paz, la felicidad, la satisfacción de los anhelos más profundos en cisternas agrietadas que no las pueden contener.[4] Ponemos la esperanza en los ídolos, hechura de manos humanas “ que tienen boca pero no hablan, tienen ojos pero no ven, tienen orejas pero no oyen…como ellos serán los que los fabrican, los que ponen en ellos su confianza[5]” Lo ídolos no puede mantener lo que prometen, sólo dejan esclavitud y muerte. Por eso hoy todos somos invitados a pedir perdón de nuestros pecados e implorar la misericordia del Señor: ¡Ten piedad, Señor, que hemos pecado!

2.- “Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación[6]

Con la palabra tiempo designamos ordinariamente el transcurrir de las horas, de los días, el sucederse de los hechos de la vida personal y social.  San Pablo en la segunda carta a los Corintios utiliza la palabra tiempo en el sentido de oportunidad, usa la expresión griega “kairós”, el tiempo oportuno, el tiempo favorable. La Cuaresma es el tiempo oportuno para el cambio de vida, es el tiempo de la salvación, el tiempo de la misericordia. Cuaresma es un tiempo fuerte, un tiempo de gracia al que somos invitados con fuerza para aprovechar ¡que no caiga en saco roto la gracia que en estos días el Señor derrama generosamente! No sea que dejemos pasar esta oportunidad para nuestra conversión; mañana no sabemos, hoy sí estamos ciertos de que estamos en el día de la salvación.

Queridos hermanos los exhorto a que este tiempo encuentre nuestros corazones abiertos a recibir la gracia, la misericordia, el perdón del Señor y renovar nuestra vida cristiana.

3.- ¿Cómo hacer este camino de vuelta hacia Dios”

En el Evangelio del miércoles de ceniza Jesús nos invita a vivir con sinceridad de corazón las tres prácticas que abrazan las tres dimensiones de la persona: la oración, el ayuno y la limosna.

El ayuno nos enseña a valorar lo necesario y relativizar lo superfluo (en esta era consumista, ¡cuántas cosas innecesarias compramos y consumimos!). No sólo ayunar de cosas materiales, estamos invitados a un ayuno de los vicios, de las malas costumbres, a un ayuno de pasatiempos banales, etc., etc. El mismo nos dispone a la oración y a compartir con los hermanos más necesitados.

La limosna, que no es dar una moneda de modo displicente a quien me la pide, sino que es abrirnos al bien de nuestros hermanos, compartiendo los dones que Dios nos ha dado, el tiempo con el que está solo o enfermo, y los bienes materiales con los más pobres.  Todos estamos en condiciones de practicar las obras de misericordia, no en la misma cantidad, pero sí con la misma disposición interior[7].

La oración que nos une a Dios, y que si es auténtica nos lleva al amor del prójimo. Todo proviene de Dios, y a él todo hemos de llevar. Dios es el fin último de nuestras vidas, Él es Amor infinito, por ello el fruto de la oración, la autenticidad de la oración y del ayuno se verifica en las obras de misericordia.

En estos tiempos tan difíciles para nuestro país, en que los más pobres están padeciendo literalmente hambre, los exhorto, queridos hermanos, a que intensifiquemos las obras de misericordia, compartiendo nuestros bienes con los más necesitados.  Animo e invito a todas las comunidades parroquiales, centros educativos, movimientos y diversas realidades eclesiales a la creatividad de la caridad para aliviar las penurias de tantos hermanos nuestros. Puede ser a través de colectas de alimentos en cada comunidad, en donación de dinero para la compra de alimentos o las diversas formas que puedan surgir de la inventiva del amor. De un modo especial que sean destinadas a las franjas más vulnerables de la población, cual son los niños y los ancianos. Seamos generosos y demos con alegría sabiendo que Dios nunca se deja ganar en generosidad.

No olvidemos que la caridad cubre la multitud de nuestros pecados y que el Señor recompensa con el céntuplo en esta vida y con la vida eterna si nos entregamos a él de todo corazón y por amor de él al bien de nuestros hermanos.

Transitemos este camino cuaresmal desde la oscuridad del pecado a la luz de la gracia; de la muerte a la vida, de la mano de Jesús, para llegar a la Pascua y experimentar la alegría y la paz de la resurrección.

Que María del Rosario, nos ayude con su intercesión en este camino cuaresmal que estamos iniciando.

Mons. Eduardo Martín

Arzobispo de Rosario


[1] Joel 2,12

[2] Mc 1,15

[3] Cf Heb 12,2

[4] Cf Jer 2,13

[5] Salmo 115, 3-8

[6] 2Cor 6,2

[7] Cf. San león Magno Sermón 6 sobre la Cuaresma

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