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Inicio de la Misión Mariana Arquidiocesana: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa en la Solemnidad de Ntra. Sra. de Luján en la Iglesia Catedral Metropolitana Ntra. Sra. del Rosario para dar inicio a la Misión Mariana Arquidiocesana.

La misa fue transmitida por las redes sociales, se realizó con asistencia de 15 fieles representando a las parroquias, colegios, movimientos e Instituciones debido a la crisis sanitaria por el Coronavirus: Covid-19. Estuvo acompañado por el Vicario para la Pastoral Pbro. Ernesto Fernández, el Párroco de la Iglesia Catedral Pbro. Osvaldo Macerola, el Párroco emérito Mons. Raúl Giménez, el Pbro. Marcelo Franchini, responsable de la Misión mariana y algunos sacerdotes decanos.

A continuación la Homilía del Arzobispo:

Queridos hermanos y hermanas, los pocos presentes y todos los que nos siguen por las redes del Arzobispado y las PArroquias:

¡Bendito sea Dios! Así comienza la Carta del Apóstol Pablo que hemos leído. Bendito sea Dios. Él en Cristo nos dado toda clase de bienes espirituales y nos ha elegido desde siempre para que seamos santos en el amor por su presencia.

Bendito sea Dios. Esta es la acción de gracias, la alabanza por el don inmenso de la redención. Y podemos decir hoy, bendito sea Dios porque ha regalado a una Madre a Argentina, Ntra. Sra. de Luján. Una madre que se queda: no quiso avanzar la carreta y quiso quedarse a la vera del río Luján para estar con nosotros, para llenar de consuelo, de gracia y de alegría al pueblo argentino. Y hoy la honramos y celebramos el amor de Dios en María. ¡Bendito sea Dios que nos ha regalado a una Madre!

Bendito sea Dios porque también este año estamos viviendo, aunque de un modo particular, dadas las circunstancias por todos conocidas, al Año Mariano nacional, un año dedicado a la Virgen, un año donde queremos poner todas nuestras esperanzas a los pies de María, un año que se proclama nacional por los 400 años de la Virgen del Valle en Catamarca, lugar peregrinación, gracia y consuelo para tantas personas.

Bendito sea Dios porque hoy, aunque no como lo habíamos planeado – Dios nos desbarata los planes para hacer Él su camino – iniciamos la Misión Mariana Arquidiocesana que es una respuesta a esta convocatoria del Año Mariano. Y lo hacemos a través de esta Santa Misa. La habíamos imaginado con la Catedral colmada de gente, con delegaciones de todas las Comunidades de la Arquidiócesis pero bueno, lo hacemos de otro modo. Pero, como decimos siempre: podemos estar en cuarentena, podemos estar confinados pero la Palabra de Dios, el mensaje de salvación no está confinado, no está guardado, no tiene cadenas (salvo las cadenas que le pongamos nosotros) pero este mensaje de vida, traspasa todos los condicionamientos y sigue.

El marco en el cual iniciamos esta misión, el signo, es esta pandemia que afecta a toda la humanidad. La primera vez que la humanidad entera, al unísono está sintiendo esta experiencia de dolor, de encierro. Esta pandemia que ha traído muchos muertos y millones de afectados ha desbaratado todo. Consecuencias económicas, sociales, políticas, religiosas. Todos estamos en cuarentena.

Pero nosotros sabemos que a los ojos de la fe todo ocurre para el bien de los que aman a Dios. Un misterio. Dios a través de un sufrimiento, saca un bien. Sí esto no fuera así, Dios no sería un Padre, sería un ser que permite el sufrimiento para divertirse, sería un ser cruel. Solo se entiende el sufrimiento permitido por Dios sí es para un bien mayor. Lo importante es estar abiertos a descubrir todo el bien que Dios quiere regalarnos a través de este sufrimiento que está viviendo el mundo entero. Él no castiga, ni manda cosas terribles. Hay que abrirse a un horizonte de esperanza, a un horizonte nuevo.

Las lecturas del día de hoy nos presentan a MAría en el cenáculo de Jerusalén con los Apóstoles y quería subrayar en primer lugar esta relación de María con Jesús luego MAría con la Iglesia.

Nadie ha tenido una relación tan profunda, tan cercana con Jesús como la Santísima Virgen. Desde que lo concibió por obra del Espíritu Santo, nueve meses en su vientre. Y hoy sabemos lo importante que son esos nueve meses en la comunicación de la madre y el hijo. Una profunda unión. María unida a Jesús hasta su comienzo de vida pública, en la crianza y educación junto a San José, también en las angustias, en la vida humana de Jesús. Y cuando Jesús inicia su vida pública no deja de tener influencia pero lo sigue discretamente, lo sabemos por las bodas de Caná. María lo sigue a Jesús. Y como escuchamos en el Evangelio MAría está a los pies de la cruz, en el momento decisivo, dando su vida con su Hijo. 

María también está unida a la vida de la Iglesia que es como María. El regalo más grande que María hace al mundo es el fruto bendito de su vientre. Y la Iglesia no tiene otra cosa que dar sino Jesús. El Señor, nuestra paz, nuestra alegría, el sentido de nuestra existencia. Por eso MAría está en Pentecostés bajo el soplo del Espíritu Santo donde comienza la misión de la Iglesia. Nosotros estamos en esa historia, que es el río de la salvación.

Esta misión quiere ser fiel a la historia porque es indudable que Latinoamérica está signado por la presencia de la Virgen. El Evangelio vino a estas tierras de la mano de Maria. Desde el acontecimiento de Guadalupe en México, las manifestaciones de la Virgen a lo largo y ancho de todo el continente han tapizado la vida y la historia nuestra.

También en nuestra Patria: Luján, la Virgen del Valle. Y también en nuestra tierra: en el PAgo de los Arroyos se veneraba mucho a la Virgen del Rosario. Y desde una pequeña capilla nació la ciudad que lleva su nombre y luego la diócesis y arquidiócesis.

Por eso, no podemos misionar sino llevamos a Jesús de la mano de la Virgen. Ese es el modo como el Señor ha querido comunicar su presencia en estas tierras. Por eso comenzamos humildemente esta misión, dando un pasito donde queremos ser un eslabón más para que Jesús sea conocido y amado por nuestros hermanos y hermanas.

A través de la Virgen queremos llevar a Jesús porque María es Madre del Pueblo, Madre de la Iglesia, Madre nuestra. María quiere llegar a todos, hoy a través de las redes, a todas las familias que en este tiempo se han sentido obligadas a estar juntas. El Señor dispone esto para que las familias estén juntas para encontrarse. Y María quiere llegar a esa iglesia doméstica para ser consuelo, esperanza, alegría ante tantas angustias. Necesitamos esta presencia tierna y amorosa de Madre.

¡No temas! Así quiere llegar María a cada persona, a cada hogar, a cada corazón, llevando a Jesús que es el Redentor, el fruto precioso de su vientre. Jesús quiere derramar muchas gracias a través de la Virgen en nuestras casas, nuestros pueblos, nuestras ciudades, nuestras comunidades.

Con esta misión mariana también queremos dar gracias a Dios porque la Iglesia está en misión, la Iglesia es misión. Y dar gracias a Dios por las iniciativas misioneras en cada comunidad: la ayuda a los más necesitados, la ayuda en las comidas, el ofrecimiento de lugares, la actividad pastoral a través de los medios, canciones, misas on line, la ayuda de los sacerdotes con los enfermos. Esta es la Iglesia en misión, Iglesia en salida, Iglesia que no se queda adentro.

Para terminar no quiero olvidarme de las Parroquias que celebran a Ntra. Sra. de Luján en la Arquidiócesis que celebran su Fiesta Patronal. Nos unimos a ellos e imploramos que la Virgen los acompañe.

Imploremos a la Virgen, Madre del Pueblo y esperanza nuestra, recibirla en nuestras casas y que nosotros podamos ser instrumentos de esperanza para nuestro pueblo, especialmente para los que más sufren. Amén.

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