Lo ÚltimoVoz del Pastor

MENSAJE  DE CUARESMA 2017

Queridos Hermanos:

1.-  Al iniciar este camino cuaresmal, recordamos las palabras de la Liturgia: ¡Conviértete y cree en el Evangelio! He aquí lo primero que resuena en nuestros oídos y en nuestro corazón: ¡Conviértete! ¿Qué significa la conversión? No es un mero cambio de conducta; es el reconocimiento del propio pecado y la aceptación de la salvación que se nos ofrece gratuitamente. Es un cambio de mentalidad (metanoia), un profundo cambio de vida, un giro de ciento ochenta grados en nuestra vida. Es volver  a la casa del Padre, es ir al encuentro del Hijo de Dios crucificado que me recuerda mi pecado y me hace caer en la cuenta de todo lo que hahecho por mí. Se da la conversión cuando dejamos de confiar en nuestras propias fuerzas y esperamos deDios todo bien.

Necesitamos la conversión pues la violencia más despiadada en sus diversas formas que nos asolan, la avaricia más desvergonzada que aparece a la luz, la falta de solidaridad frente al dolor y a los sufrimientos de nuestros hermanos, son la consecuencia del olvido de Dios y de la exaltación del individuo como un “dios”.

2.- El llamado es urgente. Tenemos una oportunidad. Es un llamado apremiante, pues este es el tiempo de la salvación, el tiempo favorable. El Apóstol Pablo nos exhorta, nos suplica en nombre de Cristo que nos dejemos reconciliar con Dios (cf. 2Cor 5,20-6,2). Nuestros padres nos decían para que aprovecháramos el tiempo: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. El tiempo decisivo es el presente, en el instante se juega nuestro destino, nuestra felicidad. Hay en la imagen de San Expedito, tan querido por nuestro pueblo, un símbolo fuerte acerca de la urgencia dela conversión: En su mano derecha el santo alza una cruz que lleva la inscripción “hodie”, que significa “hoy”. Con su pie aplasta un cuervo que dice “cras”, que significa “mañana”.  Cristo nos dice: ¡hoy vuelve a mí!, ¡hoy es el día! El cuervo, símbolo del maligno nos dice: “mañana”, para así postergar en forma indefinida el cambio de vida, creyendo engañosamente que la misma es un bien que poseemos indefinidamente.

3.- El Amor de Dios   se manifiesta de diversas maneras. La oportunidad de cambiar de mentalidad y volver a Dios nace de su infinito Amor por nosotros, Amor que se hace compasión al ver nuestra situación de miseria, pues el mismo, es  más fuerte que la muerte (cf. Cant 8,6). Este Amor  nos  “primerea” siempre, está antes  Nos  llama fuertemente a la conversión en a la forma de admonición. El fuego del Amor de Dios debe quemar todo lo que en nosotros hay de impuro, todo aquello que no está en conformidad con ese Amor. Con la Iglesia, que sabe de nuestra debilidad y fragilidad, y confiando en ese Amor decimos: ¡Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro! (Oración colecta Lunes 1º de Cuaresma)

4.- Un camino a recorrer

Cambiarnos a nosotros mismos no podemos, pero pedir ser cambiados sí. La Iglesia confirma que el primer paso, la conversión, es una gracia. Por eso el tiempo de Cuaresma es un tiempo fuerte de Oración. Cuando pedimos, nos reconocemos dependientes de Dios, nos reconocemos pobres, necesitados de todo. El camino de la oración nos va haciendo humildes, poniendo toda nuestra confianza en la gracia. Todo lo contrario de la pretensión de “autorrealización”, del creernos “dioses”. Por eso un tiempo dedicado más intensamente y decorazón a la lectura orante de la Palabra de Dios escrita, a la oración constante.

La Cuaresma quiere ayudarnos a purificar todas nuestras relaciones. La primera es con Dios, y se vehiculiza a través de la oración, como dijimos más arriba.  La otra relación fundamental del ser humano es con las cosas. Purificamos nuestra relación con las cosas a través del Ayuno.  El ayuno nos permite recuperar una recta relación con las mismas. Esta relación con las cosas está hoy distorsionada por el llamado “consumismo”. ¡Cuánto bien nos puede hacer el ayuno frente a esta sociedad de consumo! ¡Qué medio tan eficaz de purificación que nos conduce hacia una relación respetuosa hacia el conjunto de la creación! Toda la enseñanza de la Encíclica “Laudato Si ´” nos insta a una conversión acerca del uso que hacemos de los bienes de la creación. El ayuno es una magnífica defensa contra el intento de dominio absoluto sobre la creado. La crisis ecológica nos conmina a una profunda conversión interior…hace falta entonces una conversión ecológica que implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con Jesucristo (LS 217).

Finalmente nos queda la relación con el prójimo, con el hermano; ésta es la más decisiva, no en cuanto al orden de jerarquía, que sabemos todos es la relación con Dios, sino en cuanto es signo irrefutable del Amor a Dios, pues, “el que dice: “amo a Dios”, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ve, el que no ama a su hermano a quien ve?”(1Jn 4,20). El camino concreto de este tiempo es, para esta dimensión de la persona, la Limosna, sacándole  toda connotación peyorativa o distorsionada.  Quisiera invitarlos a un ejercicio generoso, auténtico y alegre de la limosna. Ella nos abre al bien de nuestros hermanos, especialmente a los pobres y sufrientes de esta tierra. El Santo Padre Francisco nos anima invitándonos a dar paso a la “fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia…Con todo, las obras de misericordia corporales y espirituales constituyen hasta nuestros días una prueba de la incidencia importante y positiva de la misericordia como valor social. Ella nos impulsa a ponernos manos a la obra para restituir la dignidad a millones de personas que son nuestros hermanos y hermanas, llamados a construir con nosotros una ciudad fiable” (MM n.18). Y más adelante nos invita a “no mirar para otro lado ante las nuevas formas de pobreza y marginación que impiden a las personas vivir dignamente” (MM n.19). Siguiendo al Papa Francisco quisiera subrayar que la misericordia-limosna  “tiene también el rostro de la consolación…Enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad” (MM n.13).

Si todos y cada uno vivimos esta dimensión de la auténtica limosna estamos contribuyendo a la generación de una “cultura de la misericordia”, como nos pide el Santo Padre. (MM n.20)

Para concluir los exhorto como hace el Apóstol Pablo: “déjense reconciliar con Dios”. Aventurémonos en este camino con gran confianza en la acción de la gracia y gran apertura de corazón. Podremos experimentar el poder transformador de Dios en nuestras vidas y culminar en una verdadera renovación del  Misterio Pascual en nosotros, meta del camino cuaresmal.

Invocamos a nuestra Madre, la Virgen del Rosario, que ella con su tierna y poderosa intercesión nos consiga la gracia de una fructuosa cuaresma. Caminando juntos este camino cuaresmal, les dejo mi cordial afecto y la cercanía de mi bendición.

 

Mons. Eduardo E. Martín

Arzobispo metropolitano de Rosario

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