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Misa por un MUNDO UNIDO: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo E. Martín, presidió la Santa Misa “Por un Mundo Unido” en la Iglesia “San Pantaleón” de la ciudad de Rosario y en el marco de la  Semana Mundo Unido “que es la cita que reúne a jóvenes de todo el mundo que se comprometen, a través de acciones, manifestaciones, congresos y debates culturales, a incidir en la opinión pública de todos los países”.

En la homilía expresó:

La palabra de Dios providencialmente nos recuerda la oración de Jesús: “Padre Santo cuídalos en tu nombre que me diste para que sean uno como nosotros”. En otro momento dice  la misma oración sacerdotal “Que sean uno para que el mundo crea”. El bien de la unidad. La unidad de la Iglesia, la unidad del Cuerpo de Cristo.

Estamos preparándonos para celebrar Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia, el que le da unidad a la Iglesia. Justamente el alma es lo que mantiene en el ser humano la unidad del cuerpo y le da vida y movimiento.

En la Iglesia el Espíritu Santo le da unidad, dinamismo, le da vitalidad, impulso, arrojo. La Iglesia en salida justamente es en salida por la acción del Espíritu Santo. Pero una Iglesia en salida es una Iglesia unida porque justamente la unidad es el don primero.

Jesús resucitado y ascendido al Cielo nos da este primer don, el don del Espíritu Santo en la unidad. Esto es el don, pero también hay una tarea, esto es respuesta al don recibido.

Tenemos que cuidar y salvaguardar el don de la unidad. El espíritu del maligno – les recomiendo leer la ultima exhortación del Papa – está como el que divide, enfrenta. Por eso es tan importante vivir en el espíritu de la verdad y del amor.

Por eso el Papa nos decía en su Mensaje de las Comunicaciones sociales que no basta decir cosas verdaderas, ya que uno puede decir cosas verdaderas pero para enfrentar, dividir, no son verdaderas. La verdad genera comunión. La verdad dicha con amor genera unidad.

Así,  el Papa nos invitaba a dejarnos purificar, porque todos nos tenemos que purificar y dejar que entre cada día el Espíritu Santo, el Espíritu del amor y de unidad. Unidad con Dios y entre nosotros. Y esto es lo que hace creíble al Evangelio: la comunión concreta. También con el Papa y con el Obispo.

¿Cómo tenemos que cuidar eso? Uno puede estar en desacuerdo y decir que algo no le gusta pero no hay que perder el sentido de unidad. Por eso hay que cultivar el espíritu de la unidad, preservándonos del espíritu del mal.

Pensemos en el pecado original: ¿qué generó? La ruptura con Dios, la armonía y gracia con Dios. En segundo lugar la desarmonía con la naturaleza. Pero también la división interior, el hombre se siente desnudo. Y por último la división con los demás, entre los hermanos. Esto es lo que genera el pecado.

El Espíritu Santo reúne, genera la unidad. Pentecostés es el fenómeno de la unidad: uno en la misma fe, en la misma esperanza, en el mismo Bautismo, en el mismo Dios.

¡Cuánto tenemos que implorar a Dios el don de la unidad y nosotros cada día pedir que nuestra vida sea signo y testimonio de unidad para que la gloria de Dios quede en evidencia!

Pidamos a Dios ese don para del mundo, un mundo unido.

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