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Santa Misa de Noche Buena 2022: Homilía del Arzobispo

Mons. Eduardo Eliseo Martín presidió la Santa Misa de Nochebuena en la Iglesia Catedral y Santuario Mariano Arquidiocesano “Ntra. Sra. del Rosario”. Concelebraron con él el Párroco, Pbro. Osvaldo Macerola y el Vicario parroquial, Pbro. Juan Montedoro. A continuación su homilía:

Queridos hermanos y hermanas:

Queridos fieles que nos siguen a través de la televisión, el canal de la Provincia y las redes sociales.

Bendito sea Dios que nos permite celebrar nuevamente una nueva Navidad.

¡Un Niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado y se le da por nombre Príncipe de la Paz! Qué hermoso. No hay figura más tierna y a la vez más frágil que un niño recién nacido. Y por eso, en esta Navidad quisiera subrayar la necesidad de que Navidad es Jesús, que Navidad es Dios hecho hombre hecho de María Virgen. Si uno mira por las calles la figura que más se destaca es la de Papá Noel, no la del Niño Dios.

Entonces, es como que la Navidad ha ido perdiendo ese significado profundo y verdadero para deslizarse a aspectos meramente comerciales o meramente mundanos. En cambio, volver otra vez a recordar que Navidad es Jesús, que Navidad no es solamente una expresión de buenos deseos. Es lógico que en estos días lo hagamos, que expresemos buenos deseos, pero si no nació nadie, cómo podemos estar contentos, cómo podemos expresar alegría. En cambio, si ha nacido el Niño Dios, todos podemos estar contentos, a pesar de las situaciones por las cuales podamos estar pasando. Esto es lo importante.

Celebramos un acontecimiento, no sólo un buen sentimiento. Celebramos un hecho, algo que ha sucedido, el acontecimiento que partió la historia en Dios: antes de Cristo y después de Cristo. Nosotros estamos viviendo el año 2022 después del hecho que hoy justamente celebramos, el nacimiento. Por eso que bueno poder refrescar y recordar en nosotros, en nuestras familias, con nuestros amigos que Navidad es Jesús, que es este Niño que nos ha venido a dar la salvación.

Revalorizar el contenido de la navidad. Es el verdadero sentido de la celebración. Por eso, decir Feliz Navidad, no vaciamente.  Les cuento un pequeño hecho. Venía escuchando la radio en el auto y un periodista le preguntaba a un señor qué podía expresar en esta Navidad, y el señor decía ‘en esta Navidad les deseo un buen año’. Pero sin el contenido de la Navidad, nos quedamos vacío. Hay que recuperar la Navidad.

¿Qué nos trae este Niño? El Evangelio lo proclama con gran alegría. A los pastores se les dice: Les traigo una gran alegría, para todo el pueblo, hoy en ciudad de David nos ha nacido un Salvador. Y esto es lo que quería subrayar con ustedes, queridos hermanos, esta noche.

Salvación. Nos ha nacido un Salvador. Me venía a mi esta pregunta: ¿experimento yo la necesidad de ser salvado? ¿me siento yo en una situación de ser salvado? ¿o me parece que la vida transcurre sin esa necesidad? Jesús viene a salvarnos.

¿De qué viene a salvarnos Jesús? ¿De qué nos tiene que rescatar? Evidentemente que todos nosotros siempre esperamos situaciones mejor en la vida: esperamos estar bien de salud, esperamos que las cosas mejoren, que baje la inflación, que se solucionen los problemas etc. Pero Jesús viene a salvarnos. ¿De qué?

Jesús viene a salvarnos del pecado y de la muerte. Él viene a traernos misericordia y perdón. Se hace el más pequeño de todos para que podamos experimentar la gracia de ser hijos de Dios. Los padres de la Iglesia decían ‘Dios se hizo hombre para que los hombres podamos ser hijos de Dios’. Este es el don más precioso que nos trae Jesús. Por eso, pidamos esta gracia en esta Navidad: Señor que experimente la necesidad de ser salvados. Porque si no Jesucristo pasaría a ser alguien superfluo, es decir, daría lo mismo, que hubiese venido o no hubiese venido, daría lo mismo que hubiese venido a darnos la vida eterna y salvarnos que no. Sería superfluo, quedaría reducido a un personaje más de la historia como tantos personajes de la historia pero que ninguno vino a salvarnos como Jesús que sigue vivo y presente entre nosotros.

Otro don que está unido al de la salvación. El don de la paz. El profeta Isaías: su nombre es Príncipe de la Paz. En el Evangelio escuchamos la multitud del ejército celestial: ‘Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por Él’. La paz.

¿Qué significa la paz? No es solamente la ausencia de violencia, ausencia de guerra. La paz de Jesús, la paz en el sentido bíblico es este don que Dios nos trae y se identifica con la plenitud de los bienes que el hombre anhela desde  lo más profundo del corazón. La paz implica ese tranquilidad en el orden, serenidad, armonía con Dios, con uno mismo, con la naturaleza y con nuestro prójimo. Cristo viene a traernos la paz. Él es el Príncipe de la Paz. Y este es el anhelo más profundo de la humanidad. Y no vivimos tiempos de paz: vivimos tiempos de guerra en muchas partes del mundo, vivimos tiempos de violencia en nuestra ciudad y muchas ciudades. Entonces hoy queremos implorar ese don de la paz. Pero este don necesita ser recibido de parte de nosotros. El Señor espera una disposición a la paz, una disposición a perdonar y a pedir perdón. Abrir las puertas a Cristo que nace y que nos trae su paz implica un cambio de actitud en nuestras vidas. La paz es un don pero también es una tarea.

Jesús dice ‘estoy a la puerta y llamo, si alguien escucha mi voz y abre, cenaremos juntos’: si escucha mi voz y me abre, si no no, puede pasar el Señor y no ser escuchado. Cuando el Señor envió a los discípulos de dos en dos, ‘cuando entren a una casa transmitan la paz, si hay alguien digno de recibirla esa paz se le dará y si no esa paz volverá a ustedes’. La paz reclama esa disposición de apertura de nuestra libertad, de nuestro corazón.

Por eso en esta Navidad pidamos abrirnos a recibir este don maravilloso que lleva tranquilidad, que lleva armonía, que lleva armonía a nuestros corazones. En la medida en que dejamos entrar a Jesús con su paz, también nos convertimos en instrumentos de paz, en gente que irradia la paz. Y eso lo podemos ir contagiando en nuestras casas, en nuestros barrios, en los ambientes donde nos movemos y ser trabajadores de la paz.

Este es el lema en este año mariano arquidiocesano: ‘Con María del Rosario, misionamos por la paz’. El Señor nos envía a llevar la paz, esa paz que es misericordia, que es perdón para todos los hombres. Por eso, demos gracias a Dios porque nos da una nueva oportunidad. Navidad es un tiempo de gracia. Y como sabemos no todos los tiempos son iguales. Los griegos distinguían entre chronos, un tiempo vacío, sin contenido, el sucederse de los días y kairós, que es el tiempo oportuno, el tiempo decisivo. Aprovechemos esta gracia de la Navidad y esta gracia de este año mariano.

Si miramos a Ntra. Sra. Del Rosario, ella viene con el Niño Dios en sus brazos. Por eso ella viene con el regalo más grande: su Hijo, Jesús, el Príncipe de la Paz. Abramos el corazón para recibir a Jesús que viene a salvarnos. Celebremos la Navidad haciendo que Cristo nazca en nuestros corazones y nos llene de paz para ser agentes de paz, en cosas muy sencillas. Como dice el Papa Francisco, pedir permiso, dar gracias, pedir perdón, visitar a un amigo, visitar a un enfermo, a un anciano, dar una limosna con amor. Cosas sencillas y simples para ser misioneros de la paz en este año de gracia y de la mano de María que nos regala hace 250 años su presencia y compañía en esta ciudad y arquidiócesis de María.

Feliz Navidad y que seamos instrumentos de la paz que Cristo nos da. Amén

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