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Segundo Domingo de Pascua: Homilía del Arzobispo

El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa en la Capilla Jesús Misericordioso de la Ciudad y Arquidiócesis de Rosario.

La misa del Domingo de la Divina Misericordia fue transmitida por las redes sociales, se realizó sin la asistencia de fieles debido a la crisis sanitaria por el Coronavirus: Covid-19. Estuvo acompañado por el Pbro. Javier Carbone.

En su Homilía, el Metropolitano dijo:

“Queridos Hermanos y Hermanas:

En este tiempo tan único que estamos viviendo que nos obliga a estar en nuestras casas y vivir la fe de un modo distinto a través de las tecnologías podemos compartir la celebración de la fe y ustedes unirse a la celebración eucarística y celebrar juntos la fe. Esta pandemia nos separa físicamente pero la fe nos une espiritualmente. Por eso, gracias a los medios de comunicación podemos guardar la memoria viva de lo que somos, de nuestra identidad, renovando cada domingo y cada día el misterio pascual, fuente y cumbre de toda nuestra vida cristiana.

Hoy celebramos el Segundo Domingo de Pascua,domingo que a partir de la iniciativa de San Juan Pablo II, gran pontífice nuestro, que muchos conocimos y vivimos en su pontificado, proclamó, siguiendo la inspiración de Santa Faustina, como el Domingo de la Divina Misericordia.

Es verdad que la entraña más profunda de Dios, como Él nos lo ha revelado por medio de Jesucristo. El mismo San Juan Pablo II proclamó una hermosa encíclica que se titula Dives in Misericordia, Dios es rico en misericordia. El papa Francisco hace unos años llamaba al Año de la misericordia, diciéndonos que la vía maestra de la Iglesia es la misericordia. Es decir que el corazón amante de Dios nos ama aún en nuestras miserias, nuestras debilidades, con nuestros pecados. En su infinita misericordia nos envía a su Hijo y permite que sea entregado y crucificado y por el derramamiento de su sangre fúeramos perdonados y por su gloriosa resurrección justificados y hechos hijos de Dios y herederos del cielo.

¡Cuán grande es la misericordia de Dios! En la oración colecta, tomando la frase de San Padro, dice “Bendito sea Dios que en su gran misericordia”…. que uds. puedan comprender… la grandeza de Dios, la hondura del amor de Dios. Este es un don que tenemos que pedir siempre. A veces el enemigo quiere meter la desconfianza pensando en que como somos pecadores, Dios no va a tener misericordia de nosotros. En cambio, el Señor nos invita a confiar en su infinita misericordia.

En las revelaciones a Santa Faustina nos muestra que en este tiempo cuánto necesitamos, cuánto necesita el mundo, cuánto necesitás vos, cuánto necesito yo de esa infinita misericordia de Dios.

Por eso, San Juan Pablo II, nos decía que lo primero es que la Iglesia cree en la misericordia de Dios y en que Dios es misericordia. Profesa la fe en la misericordia. Confiamos en la misericordia. La fe que sea hace confianza: Jesús en vos confío, dice la jaculatoria. Fiarnos de este amor infinito. Por eso hemos de repetir esta jaculatoria todos los días. Jesús en vos confío. Cualquiera fueran tus pecados, Dios te ama, Dios es misericordia.

Vemos hoy en el Evangelio como Jesús ejercita la misericordia sobre Tomás, que compartió la vida con Jesús. Pero cuando los apóstoles, compañeros de camino le dicen que Jesús resucitó, Tomás no cree. Y Jesús lo hace confiar, tocando. Ahí JEsús lo abraza con su infinita misericordia.

EL gran Papa Juan Pablo II, también nos invita a practicar la misericordia: habiendo experimentado el amor de Dios, cómo no voy a perdonar a mis hermanos lo poco que me deben, cómo no voy a practicar la misericordia. La misericordia de Dios es sin medida. Nos acercamos a la misericordia de Dios para ser misericordiosos después. 

Los invito a practicar en este tiempo las obras de misericordia: ayudando materialmente a quienes tienen hambre, llamar por teléfono a un anciano, amigos, abuelos, rezar por los demás, aconsejar a los otros, comprender, ser pacientes. Así vamos a poder experimentar la paz que nos trae Jesucristo resucitado.

Finalmente, en el Evangelio, Jesús les da el Espíritu Santo y vincula el poder del Espíritu con el perdón y la misericordia haciendo que los apóstoles perdonen los pecados. Por eso, en este tiempo, podemos hacer actos de contrición, como nos dijo el Papa, con el propósito de confesarnos cuando podamos sacramentalmente.

Hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por su infinita misericordia. A pesar de nuestras caídas Dios nos perdona. No se cansa de perdonarnos. Llevemos la misericordia de Dios a todos lados. ¡Demos gracias a Dios por su infinita misericordia!

Amén”

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