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CORPUS CHRISTI 2023: Homilía del Arzobispo

El sábado 10 de junio frente al Santuario Arquidiocesano de Ntra. Sra. del Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín presidió la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo donde finalizada la Santa Misa se realizó la procesión alrededor de la Plaza 25 de Mayo.

Concelebraron Mons. Alfonso Delgado, Arzobispo emérito de San Juan, los Pbros. Fabián Belay y Ernesto Fernández, Obispos auxiliares electos de Rosario numerosos sacerdotes del clero rosarino.

Participaron numerosos fieles de los diez decanatos de la Arquidiócesis de Rosario, dando a la celebración un clima festivo y de oración.

El Arzobispo pronunció la siguiente homilía:

Queridos hermanos y hermanas:

  1. Vida eterna:

 Nos acaba de decir el Señor en el Evangelio: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es para la Vida del mundo”.

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.

Nuestro Señor Jesucristo ha venido a traernos Vida y Vida en abundancia, se ha quedado entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo en la Eucaristía para garantizarnos su Presencia y darnos continuamente su Carne que es para la Vida del mundo, para darnos Vida eterna.  Recibir la Eucaristía es recibir la prenda de la futura inmortalidad, la prenda de la vida futura. Tenemos la gran esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva, donde no habrá más queja, ni pena, ni llanto ni dolor; pues bien, no tenemos anticipo más seguro de ello que la Eucaristía. Ella es el alimento de los peregrinos, la que fortalece al cansado y desanimado, la que continuamente sostiene la peregrinación del Pueblo de Dios hacia la casa del Padre.

2.- La comunión:

Nos dice el Señor en el evangelio: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”.  a) El fruto principal de la comunión es la unión íntima con Cristo Jesús. La misma renueva nuestra vida de gracia, la hace crecer. Esa vida de gracia que un día recibimos en el Bautismo.

b) La Eucaristía nos es premio para los perfectos  sino remedio para el perdón de nuestros pecados, ya que el Cuerpo de Cristo es entregado y la Sangre es derramada para el perdón de los pecados.  La Eucaristía, nos dice el catecismo d ela Iglesia Católica no puede   unirnos a Cristo sin purificarnos de los pecados cometidos y preservarnos de nuevos pecados. San Ambrosio de Milán dice:

“Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor. Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si cada vez que su Sangre es derramad, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio”.

c) La Eucaristía fortalece la Caridad en nosotros; esa caridad que en lo cotidiano tiende a debilitarse. Cristo reaviva nuestro amor y la comunión nos abre al bien de nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. Este compromiso en favor de los pobres es el signo de autenticidad de nuestras Eucaristías. Nos dice San Juan Crisóstomo: «Has gustado la Sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4). A colación de esto quiero recordarles, queridos hermanos, y animarlos a que este fin de semana participen con alegría y generosidad en la colecta anual de Catitas (también la colecta de esta misa estará destinada a dicho fin) . El lema que anima la colecta de este año es:  Mirarnos, encontrarnos, ayudarnos. El mismo nos invita a vencer la indiferencia y a hacernos uno con nuestros hermanos más necesitados.

3.- En la segunda lectura el Apóstol Pablo nos hace tomar conciencia que la Eucaristía hace la Iglesia, Cuerpo de Cristo: “Todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan”, La Eucaristía nos hace uno, es el sacramento de la unidad, que es por otra parte el elemento esencial para la credibilidad del Evangelio: “Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno, para que el mundo crea”. ¡Cuánto necesitamos la Eucaristía para la unidad de las familias, de la sociedad, de la patria!; sobre todo al ver tantos enfrentamientos y disputas por el poder en vez de unidad para resolver los graves problemas y sufrimientos que aquejan a nuestro pueblo.

4.-  Queridos hermanos, en este Año Mariano Arquidiocesano en que celebramos los 250 años de la presencia de la imagen de la Virgen del Rosario entre nosotros, qué mejor que mirar a María, “La Mujer Eucarística” para que nos ayude a vivir una existencia verdaderamente tal.  Nadie como María ha vivido la comunión con su Hijo Jesucristo, esa unión íntima con El, esa unión que nos da la comunión eucarística; nadie como ella ha vivido la atención de caridad al hermano necesitado como en su visita a su prima Isabel, nadie como ella ha vivido la dimensión sacrificial de la Eucaristía como al estar al pie de la cruz ofrendando su vida junto a la de su Hijo. María nos enseña a vivir la Eucaristía como alabanza y acción de gracias al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo, cuando proclama el Magnificat que es todo un canto de alabanza y de acción de gracias.

La Eucaristía es acción de gracias, dar gracias nos dice la Liturgia es justo y necesario, es nuestro deber y salvación. Pidamos a María que, en este año de gracia para nuestra arquidiócesis, nos enseñe a vivir una existencia plenamente eucarística, de alabanza, de acción de gracias, de sacrificio, de comunión y de amor a nuestros hermanos. Amén.

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