JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO: Homilía del Arzobispo
El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Eliseo Martín, presidió la Santa Misa en la Jornada Mundial del Enfermo en la Basílica Ntra. Sra. de Lourdes de la Ciudad y Arquidiócesis de Rosario.
En su Homilía, el Arzobispo dijo:
“Queridos hermanos y hermanas:
“Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú el honor de nuestro pueblo”. La Santísima Virgen. Ella es el honor de nuestro pueblo, es toda de Dios y es toda nuestra. Por eso ella es el honor de nuestro pueblo. Por eso hoy la volvemos a proclamar feliz y ponemos en acto esa profecía dicha por ella.
María de Lourdes. Ella se manifiesta a los humildes y a los pequeños. Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños”.
Y así es como María se manifiesta, siguiendo a su hijo Jesús, a esta pequeña, a esta chica humilde, Bernardita. Una niña. En esa sencillez, en esa simplicidad, se manifiesta el ser de la Virgen que la trata a ella como persona. Y cuando le pregunta su nombre, María dice en su lengua, en su dialecto, “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Vemos como la Virgen se allana para que esta Virgen entienda lo que la Iglesia había proclamado hacía poco.
Ciertamente la Iglesia ya veneraba a la Virgen como la Inmaculada, la Purísima, la sin mancha. Pero en este encuentro, María lo dice a Bernardita.
María, fue desde el mismo instante de su existencia, concebida sin pecado. María es una mujer plenamente libre que le dice al Señor siempre que sí. Preparada para ser la morada de Dios, la morada que Dios necesitaba para hacerse compañero de camino de los hombres. No podía ser de otra manera. No podía mancharse con el pecado.
Por eso, esta es la figura, que queremos alcanzar. Porque como dice San Pablo, hemos sido creados para ser santos e irreprochables en el amor.
Este es el camino que estamos recorriendo desde nuestro bautismo, el camino de la santidad. Pero no estamos solos. En este camino tenemos a la Virgen, nuestra Madre que nos acompaña siempre.
Hay algunos signos de Lourdes que quisiera subrayar para que nos ayuden en nuestro caminar cristiano.
El primero es la roca. La Virgen de aparece en esa gruta, de roca. Jesús ora en una gruta. Está la gruta de Belén. La gruta es signo de la verdad de Dios, signo de la solidez de Dios. Es donde nos podemos apoyar con seguridad. Roca donde debemos apoyar nuestras vidas, para que no se vengan abajo. Ser sensatos es construir nuestra existencia sobre la roca de Dios, la roca de Jesucristo. Esa roca firme que aunque tengamos tempestades o dificultades sí estamos apoyados en el Señor, no tenemos que temer nada. A la vez, la gruta, es un lugar de cobijo, un lugar donde cobijarse en las dificultades de la vida.
Lo segundo: el agua. El agua es símbolo del bautismo, el sacramento que nos lavó. Agua que cura de la enfermedad más grande que es el pecado. Con nuestros propios actos y con nuestras propias fuerzas no podemos vencer pero con la gracia de Dios, con el agua de Dios podemos ser curados, sanados. La última palabra en nuestra vida, no es el pecado, es la misericordia de Dios. Por eso venimos a la Casa de Dios, muchas veces cansados y agobiados para encontrar la pureza de Dios y el perdón de los pecados. Dios nos recrea y nos hace como el primer día de nuestro bautismo. Dios nos perdona. Siempre está el abrazo de Dios.
Lo tercero: la luz. Bernardita iba con una vela y la gente después comenzó a ir con velas. La vela que significa la fe, la luz de Cristo. Esa luz que es para disipar las tinieblas, iluminarnos en la vida para no equivocarnos y estemos siempre en el camino de la salvación.
El otro gran signo de Lourdes son los enfermos. Hoy celebramos nuevamente la Jornada Mundial de los enfermos junto a toda la Iglesia. El Papa Francisco nos decía en su mensaje, citando al Evangelio de Mateo, que cuando Jesús iba por Galilea encontraba pobres, pecadores, enfermos, marginados. El Papa dice, cuánta gente que sufre, cuánto sufrimiento en el mundo. Sufrimiento por muchos motivos: injusticias, guerras, hambre, pestes, enfermedades. Enfermedades de todo tipo: incurables, psíquicas, crónicas, las que necesitan rehabilitación, de la vejez, de la juventud. Jesús nos ofrece su misericordia: ¡Vengan a mi! Yo los aliviaré.
También el Papa se dirige a los agentes sanitarios, médicos, enfermeros, para que ellos sean también, en esa vocación apostólica de servicio y entrega, que sigan actuando como Jesús y alivien el sufrimiento de los demás. Los agentes sanitarios, dice el Papa, se dirigen a la persona, antes que al enfermo. Es más importante el sustantivo persona que el adjetivo enfermo. Me voy a encontrar con una persona que está enferma. Con una persona. Entonces ahí el trato es distinto.
También el Papa nos dice que en este cuidado de los enfermos hay que recordar estas cosas que son importantes: la vida es sagrada y pertenece a Dios. Esto lo tenemos que decir con todas las letras. Esto lo tenemos que decir con todas las fuerzas de nuestra mente y de nuestro corazón. La vida es sagrada y solo pertenece a Dios. Por lo tanto es inviolable y no se puede disponer de ella. La vida debe ser acogida, tutelada, respetada, desde que surge hasta que termina.
Esto que parece una verdad tan obvia, en la mente de muchos se ha oscurecido. Y vivimos en la Argentina, en esta hora, con un horizonte de negros nubarrones tanto a nivel provincial como nacional. Continuando con lo anterior, porque en nuestra Provincia ya se venían aplicando los protocolos de aborto. Es triste. Es decepcionante. Pero a nosotros, queridos hermanos y hermanas, nos toca ser testigos del amor de Dios y de la vida.
En ciertos casos, la objeción de conciencia, se dirige el Papa a los médicos, es para nosotros una elección necesaria para ser coherentes con la vida y con la persona. Pero piensen ustedes, en los pobres médicos que se anotan en una lista de objeción de conciencia, van a quedar marcados, van a quedar señalados. ¿Se les garantizará su puesto? ¿Se les garantizarán ascensos? ¿o se los va a marginar?
En cualquier caso, dice el Papa, la profesionalidad animada por la caridad cristiana, será el mejor al verdadero derecho humano, a la vida y a la persona.
Lourdes es entonces el signo de los enfermos que buscan alivio, consuelo y salud. Salud del cuerpo y salud del alma. Jesús hacía milagros para mostrar que tenía un poder más grande, el poder de perdonar los pecados. Cristo trae esa salud integral que tiene que llegar al corazón.
Lourdes es ese lugar donde buscamos alivio y consuelo. Donde buscamos para nosotros y nuestros hermanos la misericordia de Dios.
Finalmente, otro signo de Lourdes son las multitudes. Esto quiere decir que María es madre del pueblo, que María convoca para Jesús. Esto nos dice que tenemos que vivir en comunidad. Nunca solos. Nunca de forma individualista. Sino juntos. De manera personal, pero juntos. Como pueblo, como familia.
Por eso salimos a la calle, para caminar y mostrar a los demás el amor de Dios y las maravillas del Creador en María. Mostramos en qué creemos, quiénes somos. Mostramos que caminamos con esperanza.
Damos gracias a Dios por el don de María y pidamos que podamos crecer en gracia para dar testimonio en el mundo, en la Patria y en la sociedad sobre todo del valor sagrado de la vida, recordando siempre que la vida humana le pertenece a Dios y que ningún ser humano, ningún poder de este mundo puede disponer de la vida, que solo le pertenece a Dios. Amén