MANOS A LA OBRA 2020: Homilía del Arzobispo
El Arzobispo de Rosario, Mons. Eduardo Martín, presidió la Santa Misa de clausura del Manos a la Obra 2020, proyecto solidario impulsado por la Pastoral Universitaria de Rosario, que cumple 10 años prestando un servicio de amor a los demás.
Este año tuvo el lema: “UNIDOS TRANSFORMAMOS LA VIDA EN SERVICIO” y se llevó cabo en cuatro barrios de las localidades de Granadero Baigorria, Fray Luis Beltran y Capitán Bermudez. Los jóvenes han visitado a las familias durante el año, realizando tareas de relevamiento de las necesidades de cada lugar.
En su homilía Mons. Martín dijo:
«Queridos Jóvenes:
En primer lugar me uno de corazón a la acción de gracias, la Eucaristía, que ustedes ofrecen hoy como gratitud al Señor por este Manos a la Obra número 10, por estos días de entrega, de generosidad, de alegría, de servicio a los hermanos.
Jesús cuando comienza su predicación, comienza en los márgenes de Galilea, en Zabulón y Neftalí y allí dice que, citando al profeta Isaías, que el pueblo que camina en tinieblas, ha visto una gran luz.
Ustedes, queridos jóvenes han sido una gran luz para aquellos barrios que visitaron. Quizás consciente o no, más o menos consciente, han sido ese signo luminoso en este tiempo de egoísmo, violencia, indiferencia. Mostraron que la alegría está en servir a los demás porque la ley del ser humano – hoy conocemos las leyes más que nunca – porque por ejemplo la ley de la lapicera es escribir, se una silla es sentarse, está hecha para eso. La ley del ser humano, es amar y ser amado, es servir. La vida tiene sentido si servimos, si nos damos a los demás.
Las experiencias que tuvieron son signos de la presencia de Dios en sus vidas, en nuestras vidas. El todo es más que una parte. Un grupo de jóvenes a fin de enero dedican gratuitamente una semana de sus vacaciones para darlo a los demás. Experiencia de plenitud de vida. De cansancio también, pero de plenitud. Porque cuando uno descubre que el Señor está presente, la vida se llena. A mi como Obispo, verlos a ustedes, me invita a renovar mi fe, mi entrega al Señor y el sentido de mi ministerio pastoral. Muchas gracias por este signo.
Lo segundo que quería compartir con ustedes es que el Señor invita, llama. El Evangelio de hoy nos dice que mientras caminaba a orillas del mar de Galilea Jesús vio a dos hombres, Pedro y Andrés y les dice Síganme y yo los haré pescadores de hombres. ¡Qué impresionante debe haber sido la mirada de Jesús! ¡Qué fuerza de penetración habrá tenido ese sígueme que ellos al instante dejaron todo y lo siguieron!
Hoy el Señor sigue llamando, sigue invitando. Esto que uds. hicieron es un signo, pero el Señor los llama a que tengamos como actitud permanente de vida el seguimiento a Jesús. Y hoy nos dice a cada uno de nosotros, sígueme. Hay una edad especial, la edad de ustedes, donde una chica, un chico se tiene que preguntar: Qué quiere el Señor de mí, cuál es el proyecto del Señor para mi.
La gran Santa Teresa de Jesús decía: “vuestra soy, tu me creaste, tú me redimiste, qué mandáis a hacer de mi”. Qué mandas Señor a hacer de mi.
Quizás a alguno de ustedes los llama de un modo más radical. A todos nos llama. Miren lo grande del Señor: nunca nos llama a algo chiquito. Miren el ejemplo de estos pescadores, que tenían una empresita, una pyme. Qué hubiese sido de ellos sí se quedaban ahí. Se hubiese reducido la vida. El Señor los llama y les cambia el sentido de su vida, los transforma. Y fíjense qué horizonte, los estamos nombrando porque están en el cielo gozando de la gloria de DIos.
Hoy la voz del Señor nos vuelve a decir Sígueme, cada uno según su estado.
Lo tercero: hoy el Papa ha instituido el Domingo de la Palabra de Dios. Es lo que proclamamos. Es la palabra que espera un oído atento a escuchar lo que el Señor quiere decir. El Señor habla a través de su palabra y necesita un corazón disponible para que uno pueda profesar la fe.
En el rito del bautismo, el sacerdote dice “El Señor que ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar su fe para alabanza y gloria de Dios Padre”.
En este domingo pidamos al Señor un oído atento y un corazón disponible para proclamar al Señor con nuestra vida, porque saben una cosa, sí la Palabra de Dios no cae en un terreno fértil nuestra vida es nula, no le dice nada a nadie.
Ustedes han servido, han dicho, dicen que hay otro modo de vivir. Hay que pedir la gracia de hacerlo todos los días, toda la vida. Dejar que la Palabra de Dios transforme nuestro corazón y así nuestra vida diga algo distinto, sino nuestra vida se convierte en algo opaco.
Queridos jóvenes, fuera de esta novedad, no hay nada nuevo bajo el sol. Es Cristo el que trae la novedad y el que dice algo distinto a los demás. Nos dice que hay una manera de vivir distinta.
Quería terminar con lo que dijo el Papa, en la Basílica de San Pedro esta mañana: entregó el libro de la Palabra de Dios a distintas personas, un policía, un docente, una chica con síndrome de down. Él decía y yo les repito, tengan un Evangelio a mano, en casa. No se sí tienen uno o un nuevo testamento. O en el celular. El Papa decía que leamos unos rengloncitos para ser una luz permanente en la vida, para transformar.
Pidamos a la Virgen que esta obra siga, que sigamos transformando el mundo para gloria de Dios y bien de nuestros hermanos. Amén.