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LAS VISITAS PASTORALES DEL OBISPO

En la exhortación apostólica post-sinodal PASTORES GREGIS, San Papa Juan Pablo II, nos recuerda la importancia de la Visita Pastoral. Después de indicarnos que la parroquia sigue siendo el núcleo fundamental en la vida cotidiana de la diócesis nos habla de la visita pastoral en los siguientes términos:

“La visita pastoral es un auténtico tiempo de gracia y momento especial, único, para el encuentro y diálogo del Obispo con los fieles. El Obispo Bartolomé dos Mártires, que yo mismo beatifiqué a los pocos días de concluir el Sínodo, en su obra clásica STIMULUS PASTORUM, muy estimada también por San Carlos Borromeo, define la visita pastoral quasi anima episcopalis regiminis (ALMA DE TODO EL GOBIERNO EPISCOPAL) y la describe elocuentemente como una expansión de la presencia espiritual del Obispo entre sus fieles.

En su visita pastoral a la parroquia, el Obispo ha de dar prioridad al encuentro con las personas, empezando por el párroco y los demás sacerdotes, dejando a unos delegados, si es necesario, el examen de las cuestiones de tipo administrativo. Es el momento en que ejerce más cerca de su pueblo, el ministerio de la palabra, la santificación y la guía pastoral, en contacto más directo con las angustias y las preocupaciones, las alegrías y las expectativas de la gente, con la posibilidad de exhortar a todos a la esperanza. En esta ocasión, el Obispo tiene sobre todo un contacto directo con las personas más pobres, los ancianos y los enfermos. Realizada así, la visita pastoral muestra lo que es, un signo de la presencia del Señor que visita a su pueblo en la paz”.

El Directorio para el ministerio y vida de los Obispos “Apostolorum Sucesores” dice:

“La visita pastoral es una de las formas, confirmada por siglos de experiencia, con la que el Obispo mantiene contactos personales con el clero y con los otros miembros del pueblo de Dios. Es una oportunidad para reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y consolarlos; es también la ocasión para invitar a todos los fieles a la renovación de la propia vida cristiana y a una acción apostólica más intensa. La visita le permite, además, examinar la eficiencia de las estructuras y de los instrumentos destinados al servicio pastoral, dándose cuenta de las circunstancias y dificultades del trabajo evangelizador, para poder determinar mejor las prioridades y los medios de la pastoral orgánica. La visita pastoral es, por lo tanto, una acción apostólica que el Obispo debe cumplir animado por la caridad pastoral que lo presenta concretamente como principio y fundamento visible de la unidad en la Iglesia particular, Para las comunidades y las instituciones que la reciben, la visita es un evento de gracia que refleja en cierta medida aquella especial visita con la que el “supremo pastor” (1 P 5, 4) y guardián de nuestras almas (cf 1P 2, 25), Jesucristo, ha visitado y redimido a su pueblo (cf Lc 1,68)” (AS 220). “Teniendo como modelo a Jesús, el Buen Pastor, se presente el Obispo a los fieles, no “con ostentación de elocuencia” (1 Co 2, 1), ni con demostraciones de eficientismo, sino revestido de humildad, bondad, interés por las personas, capaz de escuchar y hacerse entender” (AS 223).

La visita pastoral es una de las maneras más eficaces para mantener contacto con el mayor número de fieles posible. Es una gracia de Dios que obra como instrumento en la animación del pueblo de Dios y en el mantenimiento de una vida cristiana y apostólica.

La visita pastoral debe estar siempre iluminada por la caridad pastoral. El Obispo o su delegado en visita pastoral debe ser siempre signo de la unidad de la iglesia particular y de la unidad con la Iglesia universal. A través de la visita Cristo tiene que estar representado y hacerse presente en su continua obra de redención.

Por eso, también es un momento de oración en el que los fieles se unen a su Pastor para pedir a Dios por esta Iglesia particular y sus comunidades todas.

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